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EDUCACION Y DEMOCRACIA<br />
lidad democrática” que les sobrecarga<br />
con una responsabilidad en<br />
principio ajena a sus estudios profesionales.<br />
Educamos al maestro<br />
de nuestros hijos de una forma<br />
especializadísima, poco enciclopedística,<br />
pues no consideramos<br />
preciso que quien les vaya a enseñar<br />
matemáticas deba tener conocimientos<br />
de higiene o moral y,<br />
sin embargo, cargamos la impartición<br />
de sus materias de una<br />
transversalidad que les hace poco<br />
menos que los paladines de la<br />
provisión de nuestra ciudadanía.<br />
Los docentes apechan voluntariosamente<br />
con ello (porque la<br />
docencia misma es una vocación<br />
voluntariosa más que profesional),<br />
pero realmente no creo que<br />
en las condiciones que les hemos<br />
dejado estén preparados para tal<br />
cometido. Otra cosa sería que el<br />
profesor tuviera pocos alumnos y<br />
años sabáticos para preparar e investigar<br />
en su docencia. Pero no<br />
es el caso puesto que solemos<br />
condenar al maestro a ser un funcionario<br />
que una vez aprobadas<br />
sus oposiciones (o encontrado un<br />
contrato más o menos fijo) no<br />
tiene sino que enseñar. ¿El<br />
qué?¿Para qué? Ya hemos visto<br />
que no lo tenemos muy claro. Y<br />
sin tenerlo claro no vamos a<br />
aportar muchos medios ni dinero<br />
al tema.<br />
Es de esto último de lo que<br />
quiero terminar hablando, porque<br />
la no disposición de medios<br />
y dinero no es sólo una negativa<br />
a gastar tiempo y dinero, es sobre<br />
todo un no ver el sentido a hacerlo.<br />
No deja de ser relevante<br />
cómo en las entrevistas con profesores<br />
de secundaria aparecidas<br />
últimamente en los medios de<br />
comunicación a raíz de la inminente<br />
reforma del último periodo<br />
de educación obligatoria, to-<br />
7 En la polémica sobre el botellón no se<br />
ha tardado en proponer como principal respuesta<br />
el que los jóvenes estudien en su educación<br />
secundaria una asignatura de “higiene<br />
y salud”; mas si tal asignatura sigue siendo<br />
una fuente de información que se toma<br />
sin saber que se ha de integrar en el cultivo<br />
de la propia identidad, ya se me dirá para<br />
qué puede servir. Tener la información es<br />
importante, pero como cotidianamente nos<br />
demuestran nuestros hijos, no es suficiente.<br />
Es menester saber para qué se tiene.<br />
dos los docentes, inclusos los más<br />
desafectos con la LOGSE, desean<br />
garantizar profesores para los<br />
programas de diversificación. Estos<br />
programas no se conciben<br />
como un remolque para los<br />
alumnos desmotivados y frustrados,<br />
no son un enganche para<br />
quien no quiere nada con la escuela,<br />
sino que se dirigen a aquellos<br />
alumnos que aunque tienen<br />
dificultades están deseosos de obtener<br />
el currículo escolar. El argumento<br />
es evidente: la enseñanza<br />
debe ser obligatoria y ello<br />
significa que creemos –y eso está<br />
fuera de dudas– que es menester<br />
escolarizar a todos los futuros<br />
ciudadanos; incluso consideramos<br />
necesario escolarizar a la<br />
fuerza a aquellos que no han comenzado<br />
desde el principio con<br />
el currículo escolar estándar –a<br />
aquellos que han venido de fuera<br />
y se han integrado “a la mitad”<br />
en nuestra ciudadanía–. Y todo<br />
ello está bien, todo ello es correcto<br />
y deseable pero como han<br />
mostrado los profesores en su<br />
bregar cotidiano, esa obligatoriedad<br />
exige que escolaricemos no<br />
por imperativo legal, sino por solidaridad<br />
ciudadana, que no nos<br />
conformemos con meter en la escuela<br />
a todos los que están en<br />
edad de recibir la educación obligatoria,<br />
sino que nos sintamos<br />
concernidos con los futuros ciudadanos<br />
y les deseemos dar la<br />
educación que les proveerá de herramientas<br />
para encontrar una<br />
futura realización personal la<br />
cual, estamos convencidos, que<br />
sólo la hallaran en un mundo<br />
mejor, más justo, más libre. Aquí<br />
reside el sentido último de la<br />
obligatoriedad de la enseñanza,<br />
que es tanto un derecho del nuevo<br />
y futuro ciudadano, cuanto<br />
un deber que en este momento<br />
me es difícil articular con prudencia,<br />
pero que creo que se podría<br />
especificar en el deseo de<br />
construir su vida en el currículo<br />
que con la escuela se desarrolla.<br />
Aquí reside también el sentido<br />
de la transversalidad y del hecho<br />
de que debamos ayudar a aquellos<br />
que tiene problemas con la<br />
escuela, de que debamos desarrollar<br />
programas y proyectos, de<br />
que debamos dedicarles medios y<br />
dinero. Pero, repito, todo ello dirigido<br />
a quienes desean integrarse<br />
en el proyecto de la escuela.<br />
Lo trágico de nuestra escuela<br />
es que existan aquellos que no<br />
quieren tener nada que ver con<br />
ella, que no ven que sin ella no<br />
tienen mundo (no ya profesional<br />
ni siquiera personal). Y para resolver<br />
ese problema de poco pueden<br />
valer reválidas o multiplicar<br />
los itinerarios escolares, pues con<br />
tales soluciones tan sólo expulsamos<br />
directamente de la escuela a<br />
quien no quiere nada con ella,<br />
con lo que obtendremos una bolsa<br />
que cada vez se hará más grande<br />
de ciudadanos poco concernidos<br />
con el mundo en el que deberían<br />
vivir y encontrar su propia<br />
felicidad. Lo cual no es el espíritu<br />
que anima la escuela que desea<br />
una instrucción de todos los ciudadanos.<br />
¿Qué hacer con quien<br />
no quiere nada con la escuela? La<br />
solución puede ser más o menos<br />
compleja, pero en cualquier caso<br />
ha de pasar por confesar:<br />
a) si nosotros queremos tener<br />
algo que ver con la escuela;<br />
b) si realmente nos importa la<br />
instrucción de nuestros hijos porque<br />
suponemos que el conocimiento<br />
no es algo que se adhiere<br />
al ciudadano, sino algo que le<br />
construye y le ayuda a componer<br />
una comunidad donde la autonomía,<br />
la igualdad y la solidaridad<br />
son las piedras angulares y,<br />
por último,<br />
c) si estamos dispuesto a educar,<br />
pero hacerlo no por imperativo<br />
legal sino por solidaridad,<br />
porque deseamos acoger en<br />
nuestro mundo a aquellos que<br />
alimentarán un día la democracia<br />
por la que lucharon nuestros<br />
padres.<br />
Educar y hacer de la educación<br />
un proceso de cultivo de la<br />
identidad, de reconocimiento del<br />
alumno de que puede desarrollarse<br />
y perfeccionarse y que merece<br />
la pena hacerlo. Un proceso,<br />
por qué dudarlo, de disciplina,<br />
de obligatoriedad a la hora de<br />
aprender ciertos modelos de perfección<br />
personal y no otros, ciertas<br />
materias de importancia social<br />
y no otras, pero si tal disciplina<br />
y obligatoriedad al final<br />
construye a un hombre autóno-<br />
mo (con aquellas tres habilidades<br />
arriba mencionadas: crítica, solidaridad<br />
e imaginación empática),<br />
no creo que debamos rechazarla.<br />
Para todo ello hay que comenzar<br />
a repensar la carrera misma del<br />
docente a quien se le ha de educar<br />
liberalmente y no prepararle tan<br />
sólo de una forma puramente<br />
profesional, hay que comenzar a<br />
reclamar la participación activa<br />
de los padres que también, sobre<br />
todo en las primeras etapas de la<br />
educación, son parte integrante<br />
de la escuela (y ello cuesta tiempo<br />
y dinero: no es de recibo que hoy<br />
un tutor de 80 o 90 alumnos de<br />
secundaria disponga tan sólo de<br />
una hora semanal para su dedicación,<br />
tampoco que haya trabas<br />
para faltar al trabajo por un asunto<br />
escolar), y, por último, hay que<br />
empezar a repensar qué le vamos<br />
a pedir realmente a la escuela. Si<br />
tan sólo deseamos que quien llegue<br />
a los 16 años no tenga faltas<br />
de ortografía sí que pueden valer<br />
las peregrinas ideas de hacer más<br />
estrechos los filtros y los exámenes<br />
o de diversificar a los alumnos en<br />
itinerarios cada vez más especializados<br />
según el grado de implicación<br />
escolar; mas si deseamos que<br />
quien no comete faltas de ortografía<br />
en un dictado no las cometa<br />
porque presta la misma<br />
atención al dictado que a su vida<br />
personal o ciudadana, es obvio<br />
que de poco valen parches como<br />
el que se anuncia con la Revalida.<br />
La exigencia es necesaria, el rigor<br />
es preciso, los profesores mismos<br />
reclaman herramientas para luchar<br />
contra la indisciplina, pero<br />
tales herramientas nunca se reclaman<br />
de modo gratuito, no se<br />
enarbolan bajo la bandera de<br />
echar a quienes nada quieren con<br />
la escuela (o de reducirles a ámbitos<br />
donde no molesten), sino<br />
que se solicitan junto a la reclamación<br />
de una cierta moralización<br />
de la vida pública en la que<br />
el alumno y la escuela se integra.<br />
Moralización que, por desgracia<br />
para la educación de nuestros hijos,<br />
suena a chino a aquellos que<br />
hoy dicen querer reformar nuestra<br />
escuela.n<br />
Julio Seone es profesor en la Universidad<br />
de Alcalá.<br />
64 CLAVES DE RAZÓN PRÁCTICA n Nº 121