Descargar PREVIO - Libros en Casa Eolo
Descargar PREVIO - Libros en Casa Eolo
Descargar PREVIO - Libros en Casa Eolo
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
¡Sí, pero no toque la llave, señor! —repliqué con toda la<br />
fuerza que mis pulmones me proporcionaron.<br />
Esa contestación sí le chocó. Quedó tieso un instante,<br />
escudriñándome, y luego m<strong>en</strong>eó la barbilla <strong>en</strong> gesto de admiración<br />
hacia mí. Súbitam<strong>en</strong>te, un fuerte rayo que impactó <strong>en</strong> la<br />
punta de la cometa, nos sacó de nuestro ev<strong>en</strong>tual <strong>en</strong>simismami<strong>en</strong>to.<br />
Fue tal el susto que me llevé, que caí hacia atrás y a pesar de<br />
t<strong>en</strong>er el hilo de seda bi<strong>en</strong> <strong>en</strong>roscado a la muñeca, casi lo pierdo.<br />
B<strong>en</strong>jamin Franklin, por su parte, no hacía sino mirar la cuerda y la<br />
llave, sin prestar at<strong>en</strong>ción a mi aparatoso tropezón ni al diluvio<br />
que nos sobrev<strong>en</strong>ía <strong>en</strong>cima.<br />
¡Ti<strong>en</strong>es razón, no se aprecian las chispas, t<strong>en</strong>dré que tocar<br />
la llave! —aseveró.<br />
Mi desesperado grito no surtió efecto y el distinguido<br />
caballero se llevó una descarga que bi<strong>en</strong> pudiera haberlo matado.<br />
Se desplomó inerte. Cuando me acerqué a socorrerlo, tumbado <strong>en</strong><br />
el suelo, me asusté, pero una leve sonrisa se fue dibujando <strong>en</strong> su<br />
rostro y l<strong>en</strong>tam<strong>en</strong>te abrió los ojos, disfrutando de las gotas de<br />
lluvia que le impactaban como si del mismísimo maná se tratase.<br />
Se incorporó con mi ayuda y me dio un vigoroso abrazo. Recobró<br />
la cometa como si de un niño se tratara y juntos corrimos hacia la<br />
casa que yo había atisbado al principio y que él me indicó que era<br />
de su propiedad.<br />
Una vez d<strong>en</strong>tro, y al calor de una estufa de su inv<strong>en</strong>ción,<br />
charlamos como dos bu<strong>en</strong>os amigos:<br />
¡Qué mom<strong>en</strong>to! —exclamó exultante—. Mi teoría ha<br />
quedado demostrada. La electricidad atmosférica es un hecho<br />
palpable —echó un trago a un cu<strong>en</strong>co de vino que se había<br />
ll<strong>en</strong>ado y rió—. ¡Y nunca mejor dicho!<br />
119