Descargar PREVIO - Libros en Casa Eolo
Descargar PREVIO - Libros en Casa Eolo
Descargar PREVIO - Libros en Casa Eolo
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Sí, supuse que querría verlo… —su ansiedad emergió a la<br />
superficie y com<strong>en</strong>zó a estirarse fr<strong>en</strong>éticam<strong>en</strong>te la punta de las<br />
cejas mi<strong>en</strong>tras variaba el rumbo de la conversación—. ¡Esto<br />
refuerza mi idea de que me están vigilando! ¡El asesino quiere<br />
acabar conmigo!<br />
¿Cómo? ¿Qué dices? —su interlocutor estaba perplejo.<br />
Se lo explicaré... El diario me da miedo, sólo lo abro para<br />
escribir <strong>en</strong> él, después soy incapaz de releer mis sueños, me da<br />
pánico —el jov<strong>en</strong> seguía temblando de pies a cabeza—. Lo uso<br />
sólo para dejar constancia escrita de lo que me pasa y que así la<br />
g<strong>en</strong>te me crea, no como instrum<strong>en</strong>to de tortura. Sin embargo, esta<br />
mañana al cogerlo para traérselo a usted, he querido repasarlo un<br />
instante para asegurarme de los hechos y <strong>en</strong>tonces me he dado<br />
cu<strong>en</strong>ta…, me he dado cu<strong>en</strong>ta… ¡de que algui<strong>en</strong> le había arrancado<br />
las páginas!<br />
El chico le tiró a las manos un cuadernillo de hojas <strong>en</strong> espiral.<br />
El inspector estaba estupefacto. Era una sorpresa tras otra.<br />
¿Qué quieres decir con eso? —inquirió.<br />
Sólo quedan las páginas iniciales, las que escribí el 29 de<br />
junio —aclaró excitado—. ¡Todos los sueños que escribí después,<br />
incluidos los de Marat y Nerón, han desaparecido!<br />
¿Quién ti<strong>en</strong>e acceso al diario? —se impaci<strong>en</strong>tó el policía,<br />
mi<strong>en</strong>tras ojeaba el cuaderno y comprobaba que sólo había unas<br />
pocas páginas escritas.<br />
¡Qué se cree! Lo t<strong>en</strong>go a bu<strong>en</strong> recaudo, está escondido <strong>en</strong><br />
mi habitación. ¡Nadie, salvo yo, sabe dónde está! —rugió el otro.<br />
Tras estos diez fr<strong>en</strong>éticos minutos de dialéctica, el inspector<br />
Lázaro no se atrevía a hacer una valoración exacta de tanta<br />
76