LOS DOS ENEMIGOS - Liberbooks
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Emilio Salgari<br />
ban por los aires con las personas que iban en su interior y<br />
las chozas de la ciudad negra, arrancadas de cuajo, corrían<br />
por la campiña.<br />
Lo más desastroso fue cuando el huracán, variando su<br />
dirección, asoló los barrios humildes de la ciudad, arrastrando<br />
las ruinas de éstos a gran distancia, derrumbando<br />
pórticos, palacios, columnas y puentes, de manera que<br />
la ciudad, rica en sí, quedó, así mismo, convertida en un<br />
montón de escombros.<br />
No es esto todo. En la mayor parte de los casos a continuación<br />
del huracán sobrevienen vientos muy calurosos,<br />
que los hindúes denominan hot-winds, es decir, «vientos<br />
cálidos», y que no resultan menos terribles.<br />
Son tan calientes que los europeos no habituados a<br />
ellos no pueden abandonar sus moradas, pues corren el<br />
riesgo de perecer asfixiados de improviso.<br />
A las primeras ráfagas del simún, los indígenas mismos<br />
se ven forzados a tomar enormes precauciones, con objeto<br />
de que sus edificios no se transformen en auténticos<br />
hornos.<br />
Obturan todas las rendijas y tapan las ventanas y puertas<br />
con grandes capas de paja, que denominan tatti, y<br />
las mojan continuamente para que el viento, al atravesar<br />
aquellos húmedos obstáculos, pierda su calor en gran medida<br />
y no vuelva la atmósfera sofocante.<br />
Por otra parte, hacen funcionar los punkas, que son<br />
unas ruedas grandes semejantes a ventiladores, que, así<br />
mismo, tienen el nombre de thermantidoli, con el fin de<br />
conservar cierta frescura en las estancias.<br />
No obstante, pese a todas estas precauciones, numerosas<br />
personas mueren por asfixia, especialmente en las<br />
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