LOS DOS ENEMIGOS - Liberbooks
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I<br />
Extrañas señales<br />
U na vez que el señor de Lussac se hubo dormido,<br />
Yáñez, en tanto que el otro reposaba<br />
con toda placidez, abandonó con gran sigilo la tienda y<br />
se dirigió hacia la de Sandokan, en la que todavía estaba<br />
encendida la luz.<br />
El enérgico jefe de los piratas de Mompracem aún se<br />
hallaba despierto y dedicábase a fumar, en compañía de<br />
Tremal-Naik, mientras Surama, la bella bailarina, disponía<br />
unas tazas de té.<br />
El sueño no obligaba a cerrar los párpados al fiero<br />
pirata, ya que estaba habituado a las prolongadas vigilias<br />
que debía soportar durante las travesías marítimas. El<br />
bengalí, aunque ya hiciese mucho rato que la medianoche<br />
pasara, tenía, así mismo, la clara mirada del hombre que<br />
ha descansado perfectamente.<br />
—¿Ha terminado la charla con el francés? —inquirió Sandokan,<br />
dirigiéndose a Yáñez.<br />
—Ha resultado algo larga —repuso el portugués—. Sin<br />
embargo debía explicarle numerosos puntos que eran imprescindibles.<br />
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