LOS DOS ENEMIGOS - Liberbooks
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Emilio Salgari<br />
Se escuchaban tremendos silbidos y se observaba cómo<br />
las palmeras y los taras, que la anterior tromba no destrozó,<br />
caían desplomados, igual que si resultasen segados por<br />
una hacha de un simple golpe.<br />
A la vez, como si Júpiter tuviese envidia del poder de<br />
Eolo, se intensificaron los relámpagos y los truenos.<br />
El estruendo era tan enorme, que no podían entenderse<br />
los amigos cobijados debajo de la tienda.<br />
Los paquidermos, aterrorizados por aquel fragor y por<br />
los rugidos del viento, empezaron a mostrarse inquietos.<br />
No atendían a las voces que les daban sus cornacs, que<br />
se habían tumbado en el exterior de la tienda para apaciguarlos.<br />
La gran ráfaga de viento, que avanzaba con<br />
sorprendente rapidez, estaba a punto de abatirse sobre el<br />
campamento.<br />
El comareah se levantó, emitiendo un imponente barrito.<br />
Permaneció erguido por un momento, con la probóscide<br />
en posición horizontal, aspirando el aire y, a continuación,<br />
dominado por un indescriptible terror se precipitó<br />
por entre la jungla, sin atender a las voces de su cornac.<br />
Sandokan y sus camaradas habían salido al exterior<br />
con el objeto de ayudar a los dos conductores, mas la<br />
tromba de viento los cogió de lleno y con toda su intensidad.<br />
Primero fueron levantados por el aire y luego resultaron<br />
arrastrados en medio de una nube de vegetación<br />
que corría en todas direcciones.<br />
La tienda, arrancada de cuajo, era también arrastrada<br />
detrás de ellos.<br />
Por espacio de cinco minutos, Sandokan, Yáñez, Tremal-Naik<br />
y el francés fueron rodando por entre los destro-<br />
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