LOS DOS ENEMIGOS - Liberbooks
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25<br />
Los dos enemigos<br />
zados bambúes, hasta quedar detenidos contra un tronco<br />
de nipal que, por suerte para ellos, había aguantado el<br />
enorme ímpetu del huracán.<br />
Una vez que la tromba hubo pasado, sucediendo a ella<br />
una momentánea calma, se incorporaron con los cuerpos<br />
contusionados y las ropas destrozadas, aunque sin lesiones<br />
de importancia.<br />
El comareah había desaparecido en unión de su cornac,<br />
que se precipitó en busca del animal. El otro, el merghee,<br />
se encontraba aún en mitad del campamento con la cabeza<br />
metida entre las patas, mas en una posición que no<br />
parecía natural.<br />
—¿Y Surama? —exclamó de improviso Yáñez en el momento<br />
en que se preparaba a regresar al campamento,<br />
donde confiaban hallar todavía cierta protección.<br />
—¡Huyamos, señores! —aconsejó el teniente—. ¡No nos<br />
vayan a pillar las ráfagas en este lugar! ¡Protegidos tras de<br />
los elefantes estaremos más resguardados!<br />
—¿Y el otro?<br />
—No te inquietes, Yáñez —adujo Tremal-Naik—; una vez<br />
que haya pasado el ciclón volverá con su conductor.<br />
—Y confío, así mismo, en que nuestros hombres regresen<br />
—agregó Sandokan—. ¿En qué sitio se habrán cobijado,<br />
que no se ve a ninguno de ellos?<br />
—Démonos prisa, señores —apremió el oficial.<br />
Ya iban a echar a correr, cuando, entre el ulular del<br />
viento, escucharon una voz que gritaba:<br />
—¡Auxilio, sahib!<br />
Yáñez dio un respingo.<br />
—¡Surama!<br />
—¿Quién la amenaza? —barbotó Tremal-Naik.