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Y la tensión sería<br />
inútil sin la pasión,<br />
siendo el cuento<br />
rezumo <strong>de</strong> ambos.<br />
No se pue<strong>de</strong> hablar<br />
<strong>de</strong> la sangre sin<br />
provocarla, es<br />
imposible convocar<br />
al espíritu sin tocar<br />
sus filamentos<br />
gnósticos; quién<br />
pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong>l<br />
hombre sin aludir a<br />
su vulnerabilidad.<br />
26 <strong>Maga</strong> REVISTA PANAMEÑA DE CULTURA<br />
<strong>de</strong> solución. Esa obligatoriedad <strong>de</strong> acontecimien-<br />
to trascien<strong>de</strong> cualquier expectativa pues ellas son<br />
fuerzas propietarias <strong>de</strong> su inmanencia, figuras <strong>de</strong><br />
su controlada o <strong>de</strong>scontrolada tensión, entida<strong>de</strong>s<br />
en un escenario que no po<strong>de</strong>mos vaticinar. Saber<br />
que allí, en el reducido espacio <strong>de</strong> la página final<br />
nos espera lo inesperado es la magia maravillosa<br />
<strong>de</strong> la literatura.<br />
Para esa tensión carece <strong>de</strong> importancia la circunstancialidad<br />
(¿abrirá ella la puerta <strong>de</strong>l león o <strong>de</strong><br />
la dama?), el tiempo (¿disfrutará físicamente Cloe<br />
<strong>de</strong> Dafnis al final?), el espacio (¿el <strong>de</strong>sbrujulado<br />
Moisés hallará la tierra místicamente prometida?),<br />
la heroicidad (¿sobrevivirá alguno <strong>de</strong> los complotados<br />
para exterminar al lúbrico chivo Trujillo...?).<br />
No importa, honestamente pue<strong>de</strong> señalarse que al<br />
relator no le interesa si el héroe o heroína, aunque<br />
se lo merecen, gozarán <strong>de</strong> la siesta recomponedora<br />
<strong>de</strong> fuerzas tras haber triunfado en los retos <strong>de</strong>l<br />
odio y <strong>de</strong>l amor. Su propósito es más bien revelar<br />
el tránsito, la epopeya o miseria allí narradas. El<br />
<strong>de</strong>vaneo <strong>de</strong>l espíritu, el conflicto <strong>de</strong>l ánima <strong>de</strong>cidiendo<br />
entre bien y mal (no como categorías<br />
éticas sino vivenciales), la duda entre avanzar a<br />
un estrato superior (<strong>de</strong> cambio) o retroce<strong>de</strong>r, es<br />
<strong>de</strong>cir entre la luz y la sombra. Cuando se escribe<br />
el cuento lo que se quiere es reflejar precisamente<br />
la tensión producida entre el espacio voluminoso,<br />
violentísimo <strong>de</strong> la claridad <strong>de</strong> sol que vivifica la<br />
experiencia humana, o bien su contrario, la numinosidad<br />
nocturna y su rara afición para concertar<br />
viciosos apetitos.<br />
Y la tensión sería inútil sin la pasión, siendo el<br />
cuento rezumo <strong>de</strong> ambos. No se pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong><br />
la sangre sin provocarla, es imposible convocar al<br />
espíritu sin tocar sus filamentos gnósticos; quién<br />
pue<strong>de</strong> hablar <strong>de</strong>l hombre sin aludir a su vulne-<br />
rabilidad. Peces <strong>de</strong> estanque constricto, flores <strong>de</strong><br />
jardín bifurcado, aves <strong>de</strong> vuelo largamente imaginado<br />
pero <strong>de</strong> aire corto, retratar al ser humano<br />
en el cuento es en verdad precisar sus <strong>de</strong>bilida<strong>de</strong>s.<br />
Hasta don<strong>de</strong> quiero llegar y no puedo: cuán largo<br />
es mi horizonte y tan breve mi potencial <strong>de</strong> volar,<br />
mi imaginación sin límites que encuentra en lo<br />
terráqueo fronteras: el narrador <strong>de</strong>sborda verosímilmente<br />
tales obstáculos sin parecer obviamente<br />
fantástico (excepto <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego en Las mil y una<br />
noches).<br />
De allí que en el panorama <strong>de</strong> la tensión humana<br />
se introduzca forzosamente ese otro elemento<br />
ígneo y vaporoso a la vez, aglutinante, que se llama<br />
la pasión, sin ella no hay literatura, llama sin<br />
fuego, fuego sin humo, humo sin aire. De nada<br />
sirve la tensión sin pasión por contrariarla, pues<br />
la pasión es exactamente motor, cláusula primera,<br />
causa fundamental. El personaje (entidad universal<br />
o local) <strong>de</strong>be estar imbuido <strong>de</strong> tal pasión (que<br />
es <strong>de</strong>cir energía) por variar la circunstancia <strong>de</strong> su<br />
situación, que no se pueda contener. Pavorido por<br />
los hados, incluso así se arriesga a provocarlos.<br />
Frente a lo inmedible y lo incontrolable, lo que<br />
lo salva es un gesto <strong>de</strong> su propia voluntad. Presente<br />
ante el enigma, <strong>de</strong>be ser incapaz <strong>de</strong> ignorarlo,<br />
sino <strong>de</strong> conciliar con él. Lo cual es precisamente<br />
la razón <strong>de</strong> la experiencia humana: asumir un <strong>de</strong>safío,<br />
salvar un obstáculo, redimir la paciencia (<strong>de</strong><br />
la muerte), apacentar la velocidad. El personaje<br />
choca y se estrella contra las cuatro pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la<br />
narración, se <strong>de</strong>sboca, golpea y hace daño, sangra<br />
<strong>de</strong> tanta imposibilidad <strong>de</strong> sobrevolar la palabra,<br />
lo atenaza su savia íntima <strong>de</strong> pasión propia, que<br />
es <strong>de</strong>cir <strong>de</strong> tensión literaria. Aguantado allí, constreñido<br />
al escaque <strong>de</strong> nuestro ajedrez regulado, no<br />
permitirle escapar o bien <strong>de</strong>jarlo fugar sabiendo <strong>de</strong>