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Maga pag 1-40.indd - Universidad Tecnológica de Panamá

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-¿No has recibido alguna llamada anónima? -preguntó<br />

Víctor. Quiso hacerlo con un poco <strong>de</strong> tacto,<br />

pero sus palabras fueron <strong>de</strong>masiado directas.<br />

-No, ninguna -contestó ella. Se acercó a una mesa<br />

y tomó un cenicero <strong>de</strong> cristal; estaba tan nerviosa<br />

que, sin advertirlo, lo limpió con sus <strong>de</strong>dos. Por la<br />

noche, Víctor volvió a casa y encontró a René en penumbras,<br />

escuchando en la sala un disco <strong>de</strong> música<br />

andina a un volumen muy bajo.<br />

-Es curioso -dijo René, sentado cerca <strong>de</strong>l aparato<br />

<strong>de</strong> sonido. Su pierna se balanceaba al compás <strong>de</strong> la<br />

melodía, tenía los ojos cerrados. No parecía que le<br />

molestara la luz recién encendida-, antes no había<br />

tenido <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> escuchar esta música; me parecía<br />

aburrida. Ahora siento que me relaja.<br />

-¿Cuánto tiempo tenés <strong>de</strong> estarla oyendo?<br />

-No sé, quizá dos horas. Pasé leyendo toda la mañana.<br />

Después estuve en el jardín, mirando las flores<br />

-abrió los ojos y observó a su anfitrión–. ¿Por qué<br />

nunca has comprado un televisor?<br />

-Nunca he tenido paciencia para sentarme frente<br />

a él -dijo Víctor. Se encogió <strong>de</strong> hombros-, prefiero<br />

hacer otras cosas: visitar a los amigos, leer una<br />

58 <strong>Maga</strong> REVISTA PANAMEÑA DE CULTURA<br />

revista. No sé.<br />

-Quizás es mejor así -añadió René. Se sumergió<br />

<strong>de</strong> nuevo a escuchar el disco, tarareando<br />

las notas <strong>de</strong> la zampoña.<br />

Durante las siguientes semanas, sus conversaciones<br />

giraban en torno a los progresos<br />

<strong>de</strong> la investigación. Víctor salía a trabajar y<br />

reservaba algún tiempo para hacer averiguaciones<br />

en los juzgados o en los periódicos.<br />

Deseaba estar al corriente <strong>de</strong> cualquier nueva<br />

pista en el caso <strong>de</strong>l asalto a René. Éste,<br />

mientras tanto, se entretenía en la biblioteca<br />

<strong>de</strong> su amigo; escuchaba sus discos con unos<br />

audífonos o se sentaba en la sala a mirar las<br />

pinturas y el mobiliario. De vez en cuando<br />

tenía el <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> llamar a casa <strong>de</strong> su familia<br />

para preguntar cómo estaban todos, aunque<br />

nunca tuvo el valor para hacerlo -tal vez fue<br />

sólo el temor a que los teléfonos estuviesen<br />

intervenidos-. A veces subía a los dormitorios y pasaba<br />

revista a las camas, armarios y gabinetes. No<br />

salió <strong>de</strong> la vivienda un sólo día; temía comprometer<br />

su seguridad y la <strong>de</strong> su anfitrión. Corría las cortinas<br />

y eludía permanecer mucho tiempo cerca <strong>de</strong> las ventanas.<br />

Por la noche Víctor lo encontraba a oscuras,<br />

esperándolo para encen<strong>de</strong>r las luces.<br />

-No ha habido nada nuevo en tu caso -dijo Víctor<br />

una noche. Se sentó frente a él y se frotó las manos.<br />

Tenía frío.<br />

-¿Qué cuenta la policía? -preguntó René.<br />

-No mucho, dicen que van a seguir investigando.<br />

Callaron. No sabían qué <strong>de</strong>cir. Escucharon el mecanismo<br />

<strong>de</strong>l reloj <strong>de</strong> pared, su marcha paciente.<br />

-¿Has leído los diarios? -preguntó Víctor. Sentía<br />

que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>cir algo, cualquier cosa.<br />

-Para nada –contestó René. Se recostó en la silla<br />

con fastidio, subió los pies en una mesa vecina–. Ya<br />

no tengo interés en saber cómo se siguen jodiendo la<br />

vida todos. Mejor que no tengás televisor.<br />

-Sí -dijo Víctor, sin mirarlo a los ojos-, es mejor.<br />

Charlaron hasta la medianoche. Luego Víctor fue<br />

a su dormitorio y René se encerró en el estudio para

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