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Maga pag 1-40.indd - Universidad Tecnológica de Panamá

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seguido. Logró que sus personajes e ídolos bajaran a<br />

formar parte <strong>de</strong> su vida. Ella jamás podría hacer eso,<br />

se sabía con <strong>de</strong>masiados prejuicios para hacerlo. En<br />

cambio Elías se <strong>de</strong>dicó a construir su castillo, y parte<br />

<strong>de</strong> éste era ella.<br />

Por eso había <strong>de</strong>cidido que, precisamente ella,<br />

tenía que ser su esposa. Por su parecido con la señora<br />

Gardner, parecido que ella reconocía ante el<br />

espejo, y por ser, a<strong>de</strong>más, silenciosa, y estar siempre<br />

dispuesta para el amor.<br />

Miranda recuerda el día que Elías llegó a su <strong>de</strong>partamento<br />

con una sortija y unas llaves. «Las llaves<br />

<strong>de</strong> mi reino para la reina», le había dicho, y ella las<br />

tomó, hechizada por el discurso <strong>de</strong> aquel hombre<br />

casi genial que <strong>de</strong> seguro llenaría su vida <strong>de</strong> imaginación<br />

y confort. Porque, como a Elías, le encantaban<br />

las cosas lindas, y era capaz <strong>de</strong> verlo recorrer durante<br />

horas con un <strong>de</strong>do los mapamundis que tenía en la<br />

biblioteca, buscando un nombre para ponerle a un<br />

nuevo caballo, y porque se regocijaba con su cuerpo<br />

gran<strong>de</strong> y pesado, inclinado sobre el papel, mientras<br />

las canas crecían entre su pelo negro y ella recordaba<br />

su respiración <strong>de</strong> animal <strong>de</strong>spués que hacían el amor<br />

y caía rendido y ella cerraba los ojos e imaginaba,<br />

sobre su pecho, que era un calamar gigante <strong>de</strong>l Mar<br />

Egeo .<br />

– Hoy se ha puesto el sol más tar<strong>de</strong>, dijo Elías, sacándola<br />

<strong>de</strong> sus recuerdos, mira, son las seis y media<br />

y aún no se ha hundido <strong>de</strong>l todo entre el agua.<br />

– «Suspiro la palmera <strong>de</strong>l ocio en el alma (Miranda<br />

empieza a <strong>de</strong>clamar lentamente), las sandalias<br />

iniciales <strong>de</strong> la contemplación, el ungüento <strong>de</strong> la<br />

quimera en la frente, vivo <strong>de</strong>l pecado...» ¿Te gusta?,<br />

lo escribí hoy en la mañana– le pregunta sin verlo.<br />

Mira, al igual que Elías, el mar.<br />

– Me preocupa... piensas <strong>de</strong>masiado.<br />

– ¿Tú no?<br />

– Creo que <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> pensar cuando tenía tu edad.<br />

– ¿Y ahora?<br />

66 <strong>Maga</strong> REVISTA PANAMEÑA DE CULTURA<br />

– Ahora vivo.<br />

Elías mece el licor <strong>de</strong> la copa, Miranda fuma.<br />

Cenaron en silencio y subieron casi <strong>de</strong> inmediato<br />

a sus habitaciones.<br />

Elías había <strong>de</strong>cidido que tuvieran dormitorios separados,<br />

en parte por su amor por la década <strong>de</strong>l cincuenta,<br />

en parte porque consi<strong>de</strong>raba más excitante<br />

el juego <strong>de</strong> policías y ladrones que establecían entre<br />

las puertas y el pasillo.<br />

Esa noche fue Miranda la que tocó la puerta <strong>de</strong><br />

Elías. No quería dormir sola. Sentía unas ganas terribles<br />

<strong>de</strong> sentir <strong>de</strong> cerca el cuerpo <strong>de</strong> su marido, <strong>de</strong><br />

oír su respiración y alejar con su olor una sensación<br />

<strong>de</strong> pérdida que había empezado a sentir <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

puso los pies en la casa.<br />

Alzó la sábana y se <strong>de</strong>slizó junto a Elías en silencio.<br />

– Vivamos, Miranda, vivamos – le dijo suavemente<br />

Elías al tiempo que se volteaba y la tomaba<br />

en sus brazos, como seguro estudió que Clark Gable<br />

lo hacía y no en bal<strong>de</strong>, porque esa forma <strong>de</strong> abrazar<br />

la hacia olvidar todo, y probablemente fue lo que estuvo<br />

haciendo durante los diez años <strong>de</strong> matrimonio.<br />

Olvidando su pasado, su futuro. Refugiándose en<br />

un paraíso que, ahora se daba cuenta, nunca fue <strong>de</strong>l<br />

todo suyo. Elías se lo concedía, se lo prestaba.<br />

Ella era en realidad sólo una parte <strong>de</strong>l elenco, y<br />

así había vivido. Disfrutando <strong>de</strong>l aire salobre, <strong>de</strong> la<br />

música <strong>de</strong> jazz, <strong>de</strong> las miradas lentas y seductoras<br />

que le lanzaba su marido durante las comidas, <strong>de</strong><br />

la ropa interior <strong>de</strong> seda que le compraba Elías para<br />

ponérsela y quitársela como a una muñeca, mientras<br />

le hacía el amor en su cuarto, lleno <strong>de</strong> espejos, don<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spués la bañaba y le lavaba el pelo sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong><br />

mirarla a los ojos, introduciéndose en su alma hasta<br />

hacer que <strong>de</strong>sapareciera su triciclo, su mamá empeñada<br />

en hacerla caminar y su osito <strong>de</strong> peluche.<br />

Y allí estaba, <strong>de</strong> nuevo <strong>de</strong>jándose <strong>de</strong>snudar una

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