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MEMORIAS DE ALLA, DEL FRIO - Instituto Antártico Uruguayo

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Memorias de allá, del frío<br />

“Salto”, el primero de dos, la mitad de nosotros ese día y el resto de los pasajeros en cuando fuera posible.<br />

En la escalerilla del avión nos sorprendió un tripulante con una bolsa pidiéndonos que pusiéramos dentro<br />

todos los encendedores, fósforos y cigarrillos que tuviéramos; no supimos por qué hasta que entramos<br />

y encontramos que en la cabina faltaban la mitad de las butacas que habían sido sustituidas por<br />

enormes tanques repletos de combustible.<br />

El problema era que el avión no tenía suficiente autonomía para viajar los mil kilómetros de travesía con<br />

sus tanques y se le adicionaron ésos, lo cual estaba perfecto, pero aún con ellos no podíamos ir y venir...sólo<br />

ir.<br />

Eso significaba que si no podíamos aterrizar en la Base de la fuerza aérea chilena, Teniente Marsh, en<br />

la isla Rey Jorge de las Shetland del Sur, porque el clima no lo permitía, como suele suceder, pues...<br />

tendríamos que hacerlo de todos modos o caernos en la mitad del estrecho de Drake de regreso a Chile,<br />

porque “no nos dio la nafta”... literalmente hablando.<br />

Este detalle del “punto de no retorno” a unos quinientos kilómetros de Punta Arenas lo sabía, pero no lo<br />

había evaluado en toda su dimensión hasta este momento, cuando se me formó una pelota en la boca<br />

del estómago que sólo se me incrementó cuando el avión, para levantar vuelo, se notaba mucho más<br />

pesado. Pero fue solo el momento, sabíamos que el intento se hacía porque el informe meteorológico<br />

era favorable y decidí que era mejor que se preocuparan los pilotos, pero mi excitación era difícil de<br />

contener.<br />

El viaje transcurrió sobre un mar color calipso profundo, sin nada en la superficie, hasta que comenzamos<br />

a ver algún témpano, que por la altura a la que volábamos, debía de ser grande. A más de 24<br />

horas de conocimiento con los otros, la charla se hizo más movida y salvo por los fumadores muy dependientes<br />

que gemían, no tuvimos problemas.<br />

Luego de unas cuatro horas, comenzamos a ver sobre la superficie del mar y cada vez con mayor frecuencia,<br />

figuras de color marrón y blanco con bordes irregulares que resultaron ser islotes con manchas<br />

de nieve. Así hasta que vimos la costa marrón rojiza de la isla Rey Jorge, muy escarpada, en los pocos<br />

metros de costa sin nieve, oleaje intenso y con una capa de hielo formando una enorme cúpula extendida<br />

por todo el territorio. En el mar, cerca de las costas, se ven permanentemente altos islotes negros de<br />

formas muy bizarras.<br />

En el extremo oeste de la isla se encuentra la península Fildes, el único espacio de la isla Rey Jorge<br />

que no está cubierta de hielo y en donde se ubican bases antárticas de China continental, URSS y Chile<br />

sobre la bahía Fildes y nuestra Base Científica Antártica Artigas, (nuestro destino final), al borde del<br />

Glaciar Collins. Todas ellas fueron construidas en la costa sur, con vista a la Isla Nelson, que es más<br />

pequeña y tan cubierta de hielo como la nuestra.<br />

Más hacia el este se encuentran, por orden: la base de Corea del Sur, “King Sejong”, como todas las<br />

demás en la costa, a ocho kilómetros de la nuestra; luego le sigue la base argentina Jubany, a unos<br />

diez o doce kilómetros. Y finalmente, las bases de Brasil, Capitán Ferraz y la polaca Arctowsky, vecinas<br />

entre sí y al doble de distancia.<br />

La presentación de las bases vecinas está hecha, pero en la llegada sólo vimos las bases chilena y soviética<br />

que están pegadas, sólo diferenciadas por el color de las edificaciones, rojas las rusas y blancas<br />

de techo oscuro las chilenas. Lo sorprendente no es el color de las edificaciones, sino que se trata de<br />

los edificios de ¡la URSS de Gorbachov y de Chile de Pinochet! Lo que es excelente como muestra, del<br />

tipo de territorio al que estábamos arribando.<br />

En este paisaje nos desenvolveríamos por muchos meses, ¡qué extraño y ajeno me pareció en ese momento!,<br />

pero con la sensación de que todo iba a estar teñido de otro afecto en el momento de marcharme.<br />

Crónicas de un uruguayo en la Antártida<br />

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