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MEMORIAS DE ALLA, DEL FRIO - Instituto Antártico Uruguayo

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Memorias de allá, del frío<br />

ellas, bamboleándose. Emergiendo del agua, a escasos cincuenta metros de la costa, hay dos estrechos<br />

peñones, negros, agresivamente puntiagudos, muy altos y separados entre sí por muy poca distancia.<br />

Desde ese lugar divisaba cerquita a Artigas; me dirigí al extremo opuesto del cerrito y descubrí otra<br />

bahía bastante estrecha, pero bordeada de un alto barranco y en su costado, como una copia, otro<br />

acantilado similar al que yo estaba, pero más alto. Y en el aire todo era paz y silencio. El paisaje que<br />

estaba disfrutando me recordó la costa norte de España, salvo por los témpanos cerca del horizonte y<br />

la falta de vegetación. Mañana creo que voy a ir a esa playita. Bajé del cerrito y “Bordeé el cerro por<br />

debajo hacia la costa, caminando sobre piedras muy grandes, cuando me atacó una bandada de gaviotines,<br />

que son como gaviotas pero mucho más chicas y con el pico colorado. Pasaban rozándome el<br />

vistoso gorro rojo que me hizo mamá y de paso, varios me cagaron, se nota que estaba cerca de sus<br />

nidos.<br />

Cuando llegué al espacio entre el acantilado y el mar, me quedé boquiabierto “. . .” en algunos lugares,<br />

el mar había socavado cavernas bastante grandes y en otros, encontré gigantescas rocas apoyadas<br />

contra la pared, formando espacios de unos cinco o seis metros. Cuando llegué a la playa, aún estaban<br />

los bichos que había visto desde arriba”<br />

Fue toda una experiencia encontrarme a medio metro de la elefanta marina, sacarle fotos, dar vueltas a<br />

su alrededor y verla rascarse el cuello con su pata- aleta, mientras bostezaba con su enorme boca rosada,<br />

sin prestarme la más mínima atención.<br />

Al llegar a la base estaban de visita –auto invitación a cenar, mangueo-, unos muchachos que había<br />

visto de lejos y que resultaron ser un checo y un eslovaco, que se encuentran en esta zona desde no se<br />

sabe cuándo, no se sabe para qué, ni cómo llegaron. Con aspecto desgarbado pero modales correctos,<br />

mencionaron alguna universidad, que entre su inglés y el mío no descifré. Sólo sabemos que no tienen<br />

papeles, ni pasaporte alguno, que viven en un minúsculo refugio en la isla Nelson, no parecen tener<br />

apoyo de ningún gobierno y que solo cuentan con una pequeña embarcación para cruzar el estrecho<br />

Fildes ¡desde la isla Nelson!, para venir a la isla donde están todas estas bases.<br />

Están interesados en irse de la Antártida; no les va a ser fácil sin papeles, pero con toda diplomacia<br />

están pidiendo ayuda. Probablemente tengan que ver con la base rusa, pero corren tiempos de mucha<br />

confusión en la Unión Soviética y quien sabe que les pasó. En el momento que estoy relatando acababa<br />

de separarse la República de Checoslovaquia en República Checa y Eslovaquia. Pasan a integrar el<br />

selecto grupo de aventureros que las civilizaciones tienen en sus fronteras y esta es realmente una<br />

frontera de la civilización.<br />

“Esta fue otra noche de soñar cosas que no recuerdo, pero sé que era con ustedes, por lo que me volví<br />

a levantar tristón y como todo domingo, me acordaba cuando hacía el asadito en el fondo de casa y<br />

todas esas cosas tan lindas. Saqué las fotos que tenía en el baúl y por primera vez las estuve mirando<br />

largo rato, ¡Qué familia preciosa somos! ¿No? ¡Son tan lindos todos!”<br />

Comencé esta tarde- noche después de la cena, a acomodar la enorme cantidad de correspondencia<br />

de todo el mundo pidiendo datos de la base Artigas, sus actividades y sobre todo, pidiendo sellos postales<br />

de la Antártida Uruguaya, lo que lamentablemente, no tengo. Los sellos que hay son un desastre, de<br />

idéntico diseño, con un perfil de Artigas (el prócer) pequeñitos, a un solo color, que se diferencian solamente<br />

por la tonalidad y el valor.<br />

Como a la una de la mañana crucé hasta la cocina para tomar agua y ¡Oh sorpresa!, me encuentro a<br />

todos los oficiales chilenos reunidos con la dotación saliente, en plena despedida. Se ve claramente la<br />

confianza y la amistad entre ellos luego de tantos meses de apoyo y trabajo conjunto. Los integrantes<br />

del <strong>Instituto</strong> <strong>Antártico</strong> y la plana mayor con quienes llegué, están en este momento en la base China “La<br />

Gran Muralla”, presentándose y comiendo alguna cosita, seguramente.<br />

Resulta claro que la sensación de desvelo y desorientación que produce el sol permanente nos afecta a<br />

todos por igual, como si no supiéramos nunca en qué momento del día nos encontráramos; nuestro<br />

ritmo circadiano – como se dice en medicina, por la sucesión del sueño – vigilia, está totalmente alterado,<br />

lo que explica estas visitas y estas actividades en horas tan bizarras.<br />

Crónicas de un uruguayo en la Antártida<br />

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