MEMORIAS DE ALLA, DEL FRIO - Instituto Antártico Uruguayo
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Memorias de allá, del frío<br />
El siglo XIX fue cuando más auge tuvieron las exploraciones del Océano Glaciar <strong>Antártico</strong> y los descubrimientos<br />
de los mares de hielo perpetuo que rodean el continente, como el Mar de Ross y el Mar de<br />
Weddell, enormes escudos de hielo. Se batieron marcas de penetración en la latitud Sur, en la búsqueda<br />
de llegar al Polo Sur, como el caso de James Clark Ross, que logró avanzar hasta los 78º 10’ sur.<br />
Otra faceta de estos descubrimientos, es el caso del norteamericano Nathaniel Palmer, segundo del<br />
barco foquero Hersilia. Descubrió y bautizó con su nombre a la Península Antártica, (Tierra de Palmer)<br />
y a su regreso hacia el extremo sur de América, exploró el archipiélago de las Shetland del Sur. Llegó a<br />
una isla montañosa, encontró una caleta de entrada a una bahía interior y al penetrar, descubrió barcos<br />
de pescadores y foqueros argentinos y chilenos. Por este motivo se llamó Isla Decepción, que tiene la<br />
forma de un anillo incompleto.<br />
La actividad foquera y ballenera de la zona se vio incrementada luego que Cook y otros exploradores<br />
como Bellingshausen, un alemán al servicio de Rusia, describieran la riqueza de las especies marinas<br />
en el sur. Esto provocó una gran avidez entre aventureros de todo tipo que zarparon en gran número<br />
desde Europa y Norteamérica.<br />
A causa de esta situación, Montevideo se convirtió rápidamente en escala obligada para la mayor parte<br />
de las expediciones que navegaban hacia la Antártida desde distintos puntos del planeta. Como nuestra<br />
floreciente ciudad era el último punto de abastecimiento para la mayoría de los viajeros, Montevideo<br />
pasó a ser conocida como el Umbral a la Antártida.<br />
En el momento de máxima expansión de la actividad de caza de ballenas y focas, llegaron a zarpar<br />
desde Montevideo unas cien expediciones por año, convirtiéndose en un punto de referencia para los<br />
expedicionarios. Para los comerciantes de Montevideo, la Antártida pasó a ser un sitio familiar e interesante.<br />
Fue desde nuestra capital que partió un barco pesquero acondicionado por la Armada Nacional, para<br />
rescatar al explorador inglés Sir Ernest Shackleton, que había perdido su buque, atrapado por el hielo,<br />
suceso que relato más adelante.<br />
Si bien lo que contamos hasta ahora es el comienzo de la historia de los descubrimientos de la costa<br />
antártica, la increíble epopeya de la conquista del Polo Sur en el principio del siglo XX y las expediciones<br />
de verdaderos gigantes como Shackleton, Scott y Amundsen, son dignas de un relato aparte.<br />
En el marco del CONGRESO INTERNACIONAL <strong>DE</strong> GEOGRAFIA de Berlín en el año 1899, se organizaron<br />
cuatro expediciones científicas antárticas: una alemana, una sueca, una escocesa y la cuarta,<br />
británica.<br />
Al mando de la expedición sueca fue nombrado el profesor Otto Nordenskjold, experimentado explorador<br />
del Polo Norte, con su buque Antartic, el que quedó atrapado en los hielos cerca de las Shetland del<br />
Sur. Su tripulación se considera de las primeras que sobrevivieron durante el invierno antártico fuera de<br />
su barco ya que la nave había quedado atrapada por la banquisa y fue destruida lentamente.<br />
El rescate lo llevó a cabo una expedición argentina en un viejo barco de la Armada, llamado Uruguay,<br />
que al mando del Teniente Irízar volvió a Buenos Aires en 1903 con toda la tripulación sueca a salvo.<br />
La expedición británica fue dirigida por el Capitán Robert Falcon Scott, quien se interesó en la construcción<br />
de un ballenero de madera, el “Discovery”, muy adecuado para la navegación antártica.<br />
En Agosto de 1901 el Discovery zarpó de Inglaterra rumbo a Nueva Zelanda y a fines de diciembre partió<br />
desde allí hacia la Antártida, siguiendo la ruta de Ross, sobre el mar que éste había descubierto y<br />
explorado sesenta años antes.<br />
Logró progresos en la exploración hacia el Sur nunca alcanzados, a partir de una pequeña base en tierra<br />
y expediciones con perros y trineos. Aunque la falta de experiencia le impidió conquistas mayores,<br />
pues no tenía idea de la cantidad de alimentos ni de combustible necesarios, ni del manejo de los instrumentos<br />
más imprescindibles, como él mismo cuenta en sus Memorias.<br />
Sir Ernest Shackleton, marino inglés, que muy joven acompañó como Segundo a Robert Scott en la<br />
expedición ya referida, no sólo enfermó de escorbuto en su primera experiencia austral, sino que también<br />
lo afectó la pasión por este continente misterioso e intocado por el hombre. A él volvió al frente de<br />
Crónicas de un uruguayo en la Antártida<br />
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