El telón de terciopelo - Grand Guignol Ediciones
El telón de terciopelo - Grand Guignol Ediciones
El telón de terciopelo - Grand Guignol Ediciones
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
J OSÉ I GNACIO DE A RANA<br />
obispo, “un obispillo”, hubiese dicho alguien en los corredores <strong>de</strong><br />
Nueva York, con las galas que la Iglesia reserva para sus prelados cuando<br />
han <strong>de</strong> presentarse ante el pueblo <strong>de</strong> Dios haciendo ostentación <strong>de</strong><br />
su investidura sagrada y <strong>de</strong> la autoridad que <strong>de</strong> ella <strong>de</strong>riva.<br />
Superado el fugaz instante <strong>de</strong> <strong>de</strong>sconcierto, Tzor se apresuró a estrechar<br />
la mano que le brindaba Sonseca. <strong>El</strong> obispo Sonseca, aun sin el<br />
añadido <strong>de</strong> la mitra en la que estaban primorosamente bordados con<br />
hilo <strong>de</strong> oro dos ángeles sosteniendo un cáliz, era algo más alto que él,<br />
no muy corpulento, <strong>de</strong> rostro surcado <strong>de</strong> finas arrugas que circundaban<br />
los ojos y las comisuras <strong>de</strong> los labios y se extendían lineales por la<br />
amplia frente, como las que se <strong>de</strong>sarrollan en alguien que sonríe pero<br />
también en alguien que medita con los ojos y el ceño fruncidos, entreviendo<br />
un más allá que está a punto <strong>de</strong> alcanzar.<br />
Tzor había saludado a una infinidad <strong>de</strong> personas en su vida y había<br />
estrechado millones <strong>de</strong> manos <strong>de</strong> hombres y mujeres <strong>de</strong> toda edad y<br />
condición; incluso en su faceta <strong>de</strong> obispo había preferido siempre ese<br />
saludo al ritual <strong>de</strong> que los fieles o sus subordinados le besasen el anillo.<br />
Había llegado a consi<strong>de</strong>rar aquel contacto físico como esencial para<br />
comenzar a conocer a quien se acercaba a él en cualquier circunstancia;<br />
creía po<strong>de</strong>r adivinar por la forma en que el otro alargaba la mano<br />
y, sobre todo, por la energía con que apretaba la suya, una parte importante<br />
<strong>de</strong>l carácter <strong>de</strong> las personas, a veces una parte que luego la<br />
conversación trataba <strong>de</strong> disimular o encubrir <strong>de</strong> mil maneras; pero la<br />
espontaneidad <strong>de</strong>l gesto <strong>de</strong> saludo le <strong>de</strong>cía a su instinto mucho más<br />
que un tropel <strong>de</strong> palabras. Conocía el contacto blando, mortecino, <strong>de</strong><br />
los pusilánimes y <strong>de</strong> los taimados, el húmedo <strong>de</strong> los tímidos y reservados,<br />
en los dos casos individuos siempre <strong>de</strong> poco fiar; el breve, huidizo,<br />
<strong>de</strong> quien tiene algo que ocultar e intuye, también él, que por la<br />
mano se le ha <strong>de</strong> escapar un ápice <strong>de</strong> su secreto cuando por eso mismo<br />
ya se ha <strong>de</strong>latado a las agudas dotes <strong>de</strong> observador <strong>de</strong> alguien como<br />
Tzor. Y sabía reconocer al instante la entereza <strong>de</strong> carácter, <strong>de</strong> voluntad<br />
y hasta <strong>de</strong> espíritu <strong>de</strong>l que mantiene firmemente el apretón a la vez<br />
que mira fijamente a los ojos: «sin per<strong>de</strong>r la cara al otro y mostrando<br />
que se está don<strong>de</strong> se <strong>de</strong>be estar y sin doblez», pensaba Attile que se alegraba<br />
cuando notaba su mano y sus <strong>de</strong>dos ceñidos <strong>de</strong> aquella forma<br />
que él siempre <strong>de</strong>volvía en un tácito acuerdo <strong>de</strong> principios.<br />
[20]