El telón de terciopelo - Grand Guignol Ediciones
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J OSÉ I GNACIO DE A RANA<br />
asentado un nuevo or<strong>de</strong>n mundial sin imaginar ni prepararse para lo<br />
que estaba por venir. Y ahora San Esteban, <strong>de</strong>sacralizada in extremis,<br />
como tantas iglesias, era la mezquita mayor <strong>de</strong> Budapest.<br />
Attile Tzor jamás olvidó Budapest y lloró, al igual que muchos católicos,<br />
clérigos o laicos, creyentes con más o menos fortaleza <strong>de</strong> fe,<br />
cuando se firmaron los Tratados <strong>de</strong> Washington en virtud <strong>de</strong> los cuales<br />
Europa quedó dividida en un sur musulmán y un norte cristiano,<br />
con unos límites casi trazados a cor<strong>de</strong>l sobre los mapas en las mesas<br />
<strong>de</strong> los negociadores. Las Naciones Unidas se <strong>de</strong>claraban valedoras <strong>de</strong><br />
los acuerdos y todos los países <strong>de</strong> un lado y otro reconocían la intangibilidad<br />
<strong>de</strong> las nuevas fronteras y renunciaban a la agresión mutua.<br />
«Nunca más la guerra será un medio <strong>de</strong> enfrentamiento entre dos<br />
culturas que han alcanzado por su expansión y vitalidad naturales sus<br />
máximos límites geográficos», según rezaba el artículo 25 <strong>de</strong> los Tratados.<br />
Por fin se había <strong>de</strong>jado caer sobre el escenario <strong>de</strong> Europa el <strong>telón</strong><br />
<strong>de</strong> <strong>terciopelo</strong> que vaticinara años atrás un estudioso <strong>de</strong> la historia y<br />
<strong>de</strong> su filosofía.<br />
Roma seguía siendo por veneración, pero sólo en la teoría y en el<br />
timbrado <strong>de</strong> los documentos pontificios, la cabeza <strong>de</strong> la Iglesia. Gobernada<br />
en lo espiritual por un vicario <strong>de</strong>l Papa, su verda<strong>de</strong>ro obispo en la<br />
tradición más que bimilenaria <strong>de</strong> la Iglesia Católica, había sido abandonada<br />
por toda la curia y por la gran mayoría <strong>de</strong> los organismos y<br />
congregaciones religiosas que llenaban antes no sólo el minúsculo Estado<br />
Vaticano, sino buena parte <strong>de</strong> las calles y principales edificios <strong>de</strong> la<br />
ciudad que durante siglos recibió el apelativo <strong>de</strong> Eterna. Perdidas sus<br />
connotaciones religiosas, Roma seguía siendo, sí, una ciudad importante<br />
en lo civil, todavía la capital administrativa <strong>de</strong>l Estado italiano,<br />
segado a pocos kilómetros al sur, en el paralelo geográfico <strong>de</strong> Salerno,<br />
por una <strong>de</strong> aquellas líneas dibujadas en los <strong>de</strong>spachos <strong>de</strong> Washington<br />
por políticos y asesores militares muy sabios, muy pragmáticos, muy<br />
<strong>de</strong>seosos <strong>de</strong> una paz también eterna, pero hueros <strong>de</strong> conciencia histórica<br />
aunque estaban dando otra vuelta <strong>de</strong> tuerca a la historia.<br />
Mucho <strong>de</strong>spués, como miembro <strong>de</strong>stacado <strong>de</strong> la Secretaría <strong>de</strong> Estado,<br />
Attile Tzor viajó por toda Europa y estuvo varias veces en Roma.<br />
Recorrió sus calles, aparentemente tan alegres y vivarachas como siempre,<br />
porque el gozo <strong>de</strong> vivir <strong>de</strong> los romanos no parecía haber <strong>de</strong>caído;<br />
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