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El telón de terciopelo - Grand Guignol Ediciones

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J OSÉ I GNACIO DE A RANA<br />

con varios libros y numerosas cuartillas a medio escribir o emborronadas,<br />

algunas <strong>de</strong> las cuales se <strong>de</strong>sperdigaban también por el suelo, encima<br />

<strong>de</strong> la alfombrilla o bajo la cama.<br />

Carlos Sonseca, arzobispo <strong>de</strong> Santiago <strong>de</strong> Compostela en España,<br />

car<strong>de</strong>nal <strong>de</strong> la Iglesia Católica, hacía girar entre los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> su mano<br />

izquierda el enésimo cigarrillo que había encendido en las últimas<br />

doce horas, <strong>de</strong> vez en vez se lo llevaba a los labios y aspiraba una bocanada<br />

<strong>de</strong> humo que <strong>de</strong> inmediato expelía sin tragar y sin saborear; tenía<br />

la boca y la garganta estragadas <strong>de</strong> tanto fumar y aquel acto era ya un<br />

automatismo más que un verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> disfrutar con el tabaco; y<br />

el café que tenía junto a su mano <strong>de</strong>recha se había quedado frío e intragable,<br />

con la taza medio llena. Retiró la vista <strong>de</strong>l paisaje para mirar<br />

el reloj <strong>de</strong> oro que adornaba su muñeca: aún faltaban casi dos horas<br />

para el acto, que se le iban a hacer eternas aunque a la vez hubiese querido<br />

<strong>de</strong>tener el tiempo.<br />

Estrujó el pitillo en el cenicero <strong>de</strong> alabastro veteado que tenía en el<br />

alféizar <strong>de</strong> la ventana y asió con fuerza la cruz pectoral que colgaba <strong>de</strong><br />

una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> plata <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su cuello. En ese momento era el único signo<br />

visible que lo i<strong>de</strong>ntificaba como miembro <strong>de</strong> la jerarquía eclesiástica.<br />

Por la noche, al entrar en la habitación con su nombre en la recia<br />

puerta cuartelada, se había <strong>de</strong>spojado <strong>de</strong> la ropa talar que vistió durante<br />

el resto <strong>de</strong>l día, la colocó con cuidado aprendido <strong>de</strong> años en las perchas<br />

<strong>de</strong>l vestidor y se puso unas prendas más cómodas: un pantalón al<br />

que le clareaban las rodilleras y se le <strong>de</strong>shilachaban los bajos, una camisa<br />

blanca con sus iniciales bordadas en el bolsillo <strong>de</strong> la pechera y un<br />

jersey <strong>de</strong> lana fina que terminó también por quitarse ante la cálida<br />

temperatura <strong>de</strong>l cuarto. Pero se volvió a colgar la cruz.<br />

Aquella cruz no era una lujosa pieza <strong>de</strong> orfebrería; apenas unos relieves<br />

geométricos, pequeñas volutas y las letras alfa y omega, resaltaban<br />

sobre la superficie plateada; seguramente el rolex <strong>de</strong> oro <strong>de</strong> su muñeca<br />

izquierda valía diez veces más que cruz y ca<strong>de</strong>na reunidas. Pero<br />

era, junto con el anillo que engarzaba una pequeña amatista en su<br />

<strong>de</strong>do, el símbolo <strong>de</strong> su consagración episcopal hacía ya, ¡Dios mío!,<br />

veinticinco años, por Su Santidad Juan Pablo IV. Cruz y anillo fueron<br />

un regalo <strong>de</strong> sus feligreses <strong>de</strong> la diócesis <strong>de</strong> Orense, su primer <strong>de</strong>stino<br />

como sucesor <strong>de</strong> los apóstoles en la entonces maltrecha Iglesia Católi-<br />

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