El telón de terciopelo - Grand Guignol Ediciones
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J OSÉ I GNACIO DE A RANA<br />
glo XIX, con personas vestidas <strong>de</strong> aquella época paseando entre edificios<br />
coloniales y obras en construcción <strong>de</strong> lo que sería la megalópolis<br />
<strong>de</strong> unas pocas décadas <strong>de</strong>spués. La única iluminación era la proveniente<br />
<strong>de</strong> los apliques enfocados a los cuadros y unas mortecinas<br />
luces <strong>de</strong> emergencia a ras <strong>de</strong>l techo, lo que otorgaba a la escalera una<br />
penumbra sugerente <strong>de</strong> que se accedía a un lugar <strong>de</strong> mayor recogimiento,<br />
sin que el ambiente <strong>de</strong>jado abajo fuese precisamente <strong>de</strong> jolgorio<br />
pues en todas las mesas se mantenían las conversaciones en un<br />
tono inimaginable para alguien proveniente <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l Atlántico,<br />
y más <strong>de</strong> España don<strong>de</strong> la voz alta es inseparable <strong>de</strong>l comer en<br />
compañía.<br />
Al alcanzar el piso, siempre precedido por el sonriente maître que a<br />
cada instante volvía la cabeza como si pensara que su cliente se iba<br />
a per<strong>de</strong>r en tan corto recorrido, vio que era como una planta <strong>de</strong> hotel<br />
a la que daban media docena <strong>de</strong> puertas cerradas. En la segunda <strong>de</strong> la<br />
izquierda se <strong>de</strong>tuvo su guía que golpeó con suavidad la ma<strong>de</strong>ra. Sonseca<br />
había esperado llegar antes que su anfitrión, incluso bastante antes<br />
puesto que en su reloj aún faltaban veinte minutos para las nueve, la<br />
hora escrita en la nota <strong>de</strong> Tzor, pero ahora estaba seguro <strong>de</strong> haberse<br />
equivocado. Una voz <strong>de</strong>ntro dijo un escueto «A<strong>de</strong>lante» y el maître<br />
giró el picaporte mientras se apartaba con una inclinación <strong>de</strong> cabeza y<br />
sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> enseñar los blanquísimos y alineados dientes, fruto sin<br />
duda <strong>de</strong> una buena labor <strong>de</strong> odontólogo.<br />
Cruzó el umbral y vio allí a Attile Tzor sentado en una mesa con el<br />
servicio dispuesto con esmero y una botella <strong>de</strong> vino tinto abierta y<br />
parcialmente vaciada en dos copas <strong>de</strong> fino cristal y alto cuello. <strong>El</strong> papa<br />
vestía un terno gris oscuro bien cortado y una corbata no menos horrible<br />
que la que adornaba el cuello y la pechera <strong>de</strong> Carlos. Al instante<br />
se levantó, ro<strong>de</strong>ó la mesa y se acercó al recién llegado. Éste cayó <strong>de</strong> rodillas<br />
y cogió la mano <strong>de</strong> Su Santidad para besarla, pero Tzor tiró <strong>de</strong> él<br />
sin <strong>de</strong>jar que sus labios llegasen a tocarle; le alzó con fuerza y se fundió<br />
en un abrazo apretado que <strong>de</strong>jó a Sonseca apabullado aunque enseguida<br />
reaccionó <strong>de</strong>volviendo la efusividad. Permanecieron así un tiempo<br />
que al español se le hizo muy largo; luego Tzor sin soltar los hombros<br />
<strong>de</strong> su invitado extendió los brazos para colocarlo a la distancia justa <strong>de</strong><br />
una atenta mirada.<br />
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