El telón de terciopelo - Grand Guignol Ediciones
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E L TELÓN DE TERCIOPELO<br />
Oprimió el timbre orlado con un embellecedor <strong>de</strong> cobre que brillaba<br />
a la luz <strong>de</strong> las farolas como si fuese <strong>de</strong> oro y esperó mientras el taxi<br />
salía disparado calle a<strong>de</strong>lante en busca <strong>de</strong> otro cliente a quien el asalariado<br />
conductor pudiese relatar su mala opinión <strong>de</strong> cómo los “gringos”<br />
tenían organizada la ciudad y el trabajo <strong>de</strong> sus gentes. No habían<br />
<strong>de</strong>saparecido tras una esquina las luces rojas <strong>de</strong>l coche cuando la puerta<br />
se abrió <strong>de</strong>jando entrever un comedor no muy gran<strong>de</strong>, con todas las<br />
mesas ocupadas y el trajín <strong>de</strong> varios camareros que circulaban con más<br />
o menos soltura entre ellas llevando las ban<strong>de</strong>jas en difícil equilibrio.<br />
<strong>El</strong> portero miró a Sonseca <strong>de</strong> forma que a éste le pareció un poco impertinente<br />
pero que enseguida achacó a su indumentaria, <strong>de</strong>masiado<br />
informal para la que vio que llevaban la mayoría <strong>de</strong> los comensales.<br />
—En este país no sabe uno cómo acertar —pensó—. Los mismos<br />
que van en camiseta por la calle pue<strong>de</strong>n ser los que se atildan para venir<br />
a cenar.<br />
<strong>El</strong> maître se le acercó <strong>de</strong> mejor manera. Lucía esa sonrisa estereotipada<br />
que a los norteamericanos parecen ponerles cuando nacen, con<br />
un fruncido <strong>de</strong> los labios hecho en la misma sala <strong>de</strong> partos. Le saludó<br />
con estudiada afectación al tiempo que echaba un vistazo al listado<br />
que tenía en una carpeta <strong>de</strong> cuero con el nombre <strong>de</strong>l local escrito en<br />
letras doradas. Levantó los ojos hacia el recién llegado esperando que<br />
éste pronunciase su nombre para comprobar la reserva. Sonseca, que<br />
buscaba ávidamente por encima <strong>de</strong>l hombro <strong>de</strong>l empleado a Tzor entre<br />
las personas que llenaban el comedor sin conseguir localizarlo, no<br />
se apercibió <strong>de</strong>l gesto hasta al cabo <strong>de</strong> unos segundos. <strong>El</strong> maître seguía<br />
mirándole con la misma apertura <strong>de</strong> la boca sonriente que parecía<br />
confirmar que obe<strong>de</strong>cía a una intervención quirúrgica más que a un<br />
gesto espontáneo y amable.<br />
—¡Oh, perdón! Soy míster Sonseca, me están esperando, o al menos<br />
<strong>de</strong>bo <strong>de</strong> tener una mesa reservada.<br />
—Naturalmente, míster Sonseca, pero no aquí en el comedor. Su<br />
reserva es para un salón privado en el piso superior. Tenga la amabilidad<br />
<strong>de</strong> acompañarme.<br />
De la otra planta no les separaba mas que un corto tramo <strong>de</strong> escaleras<br />
alfombradas y con varios cuadros colgados <strong>de</strong> la pared que<br />
representaban escenas callejeras <strong>de</strong> un Nueva York a finales <strong>de</strong>l si-<br />
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