Les Thompson – La Santa Trinidad
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L a S a n t a T r i n i d a d / 175<br />
planificando la creación y la redención de esta humanidad<br />
que se rebelaría contra Él.<br />
Con esta bendición apostólica también podemos<br />
aseverar que el amor del Padre, la comunión del Espíritu<br />
Santo y esa obediente disposición del Hijo —que le llevó a<br />
entregar su vida por nosotros, pecadores condenados—, se<br />
hicieron muy evidentes entre las tres personas de la <strong>Santa</strong><br />
<strong>Trinidad</strong>. Podemos deducir que el conjunto trinitario —cada<br />
persona cual Dios en todo el sentido de esa palabra—<br />
obraba en perfecta armonía y unión. Siempre cada una<br />
estaba de acuerdo, cada una contribuyendo con su singular<br />
naturaleza, dando su apoyo, asistiéndose uno al otro,<br />
promoviendo los deseos de cada uno, siempre obrando en<br />
mutua glorificación. Así siempre fue, así siempre ha sido y así<br />
siempre será, precisamente porque así es Dios.<br />
En el Evangelio de Juan hay una indicación de lo que<br />
acabamos de explicar. Dice ese evangelio que el Padre<br />
glorifica al Hijo (Juan 8:50, 54; 12:23. 17:1) y que el Hijo<br />
glorifica al Padre (7:18; 17:4), y que el Espíritu glorifica al<br />
Hijo (16:14) quien a la vez glorifica al Padre.<br />
No hubo tiempo cuando sólo existía el Padre, ni tiempo<br />
cuando existían sólo el Padre y el Hijo. En toda la eternidad<br />
han existido el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en una<br />
perfección de unidad y gloriosa comunión que nos deja<br />
absolutamente maravillados. Y la promesa es que el gozo<br />
nuestro será disfrutar de esa asombrosa perfección por<br />
siempre y para siempre.