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Les Thompson – La Santa Trinidad

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42<br />

/ D r. L e s T h o m p s o n<br />

entero, creando pánico en todos los soldados judíos. Cuando<br />

el presumido valentón se ofrece para el duelo cuyo resultado<br />

decidiría la batalla, nadie se atreve a aventurarse ante<br />

tan formidable guerrero.<br />

Es en uno de esos momentos en que Goliat riega su<br />

terror que aparece David. Es apenas un muchacho. No tiene<br />

aspecto de héroe. No tiene edad para ser soldado. No tiene<br />

barba todavía, ni apenas suficiente musculatura para usar<br />

armadura. Ha llegado para llevar a tres de sus hermanos<br />

mayores unos panes y unos quesos de parte de su padre.<br />

Pero esa misión es interrumpida por el sonar de las trompetas<br />

filisteas anunciando al temible paladín que desafía al<br />

ejército de Israel. David se acerca para ver el espectáculo.<br />

Escuchando las bravatas de Goliat y observando la reacción<br />

de los soldados, el joven no puede creer aquello. ¿No era<br />

Jehová el poderoso guardián de los israelitas? Estaba seguro<br />

que el más insignificativo israelita con Jehová a su lado<br />

fácilmente podría vencer a diez gigantes.<br />

En su mente Goliat no era ni más ni menos que una de<br />

las fieras que él había matado. Si de la misma boca de un<br />

león había rescatado a una oveja, y de las garras de un<br />

poderoso oso había librado a una herida ovejita, ¿qué sería<br />

de un gigante filisteo incircunciso? ¿No era a Dios que el<br />

gigante había desafiado? El que debiera estar temblando era<br />

Goliat. Sin pensarlo dos veces, David se ofrece para pelear<br />

contra él.<br />

Lo llevan ante el rey. Saúl, incrédulo, oye a David repetir<br />

su deseo de pelear contra el gigante, y le oye hablar confiadamente<br />

de la victoria. Asombrado ante la valentía y<br />

confianza del muchacho, Saúl —ya entre la espada y la<br />

pared— determina aceptar la oferta, pase lo que pase. Nos<br />

imaginamos que por la mente del rey pasó como una

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