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Observación y Práctica Docente II - Escuela Normal Superior

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fácilmente en la cima –o cerca de ella- de la<br />

escala de satisfacción en el desempeño de una<br />

profesión.<br />

Tampoco eran infelices todas las personas que<br />

buscaban unos ingresos elevados. Algunas de<br />

ellas estaban encantadas con sus carreras. Y<br />

todo lo que tenían en común era que se<br />

trataba de personas que realmente querían<br />

embarcarse en una profesión por lo que iban a<br />

hacer en ella, no sólo por las gratificaciones<br />

extrínsecas que podrían obtener.<br />

Comprendo la presión que sintieron muchos<br />

de mis discípulos para embarcarse en<br />

determinadas profesiones. Mi madre quería<br />

que estudiara derecho y se sintió bastante<br />

decepcionada cuando decidí doctorarme en<br />

psicología. Cuando me gradué, me recordó<br />

que el entonces presidente de la Rutgers<br />

University se había doctorado en psicología y<br />

en derecho y que se podrían hacer muchas<br />

cosas con los dos títulos. Yo le expliqué que el<br />

derecho no me interesaba. Después, cuando<br />

fu admitido en Yale, me dijo que ya había<br />

demostrado más allá de toda duda que podía<br />

hacer psicología y que debería empezar a<br />

pensar en mi futuro: aún no era demasiado<br />

tarde para ir a la facultad de derecho. , le contesté.<br />

Supongo que mi madre, en aquella ocasión,<br />

sólo hablaba medio en serio, pero muchos<br />

padres lo dicen en serio al 100%. Muchísimos<br />

estudiantes a los que enseño no van a seguir<br />

una carrera porque quieren, sino porque<br />

sucumben a la presión de los padres, los<br />

compañeros o la sociedad. Pueden acabar<br />

siendo buenos en lo que hacen, pero<br />

probablemente no acabarán siendo los<br />

mejores o ni siquiera les gustará<br />

especialmente lo que hacen, porque no han<br />

encontrado una carrera que encaje tanto con<br />

sus estilos de pensamiento como con las<br />

presiones de la sociedad.<br />

No sólo las carreras pueden encajar mejor o<br />

peor con los estilos de las personas: lo mismo<br />

ocurre cuando se elige pareja. ¿Ha observado<br />

alguna vez el lector qué sucede cuando<br />

alguien que es superorganizado y necesita<br />

que todo esté en su lugar se cada con alguien<br />

que deja las cosas por todas partes y luego no<br />

puede encontrarlas si se trasladan o se<br />

colocan de otra manera? ¿Os quizá el lector<br />

haya visto o experimentado la frustración de<br />

alguien a quien le encanta estar con otros y<br />

que se ha casado con una persona que casi<br />

siempre quiere estar sola? Cuando nuestros<br />

estilos no encajan con las elecciones que<br />

40<br />

hacemos en nuestra vida, lo acabamos<br />

pagando y, con frecuencia, otros lo pagan<br />

también.<br />

4. Las personas tienen perfiles (o<br />

pautas) de estilos y no un solo estilo.<br />

Las personas no tienen un solo estilo, sino un<br />

perfil de estilos. Una persona a la que le guste<br />

ser creativa puede ser muy organizada o<br />

totalmente desorganizada, y puede ser una<br />

persona solitaria o alguien a quien le guste<br />

trabajar con otros. De manera similar, las<br />

personas organizadas pueden preferir estar<br />

con otras o no. No existe una escala<br />

unidimensional de estilos, igual que no existe<br />

una escala unidimensional de aptitudes. Las<br />

personas varían en todos los aspectos.<br />

Tenemos la tendencia a querer ver las cosas<br />

de una manera unidimensional. Quizá sea un<br />

residuo de una manera de pensar de la<br />

infancia marcada por la centración, cuando<br />

nos fijamos en una dimensión de los objetos<br />

excluyendo las restantes. Así, un niño de siete<br />

años de edad creerá que si vertemos agua de<br />

un vaso alto y delgado a otro vaso corto y<br />

ancho, había más agua en el primer vaso<br />

porque era más alto. El niño se fija en la<br />

dimensión de la altura pero ignora la<br />

dimensión de la anchura. Cuando vemos a las<br />

personas de una manera unidimensional,<br />

hacemos en gran medida lo mismo que el<br />

niño. Por ejemplo, a las personas les suele<br />

gustar etiquetar a los demás como<br />

o , o como<br />

o , en vez de<br />

verlos en toda su complejidad.<br />

También tenemos la tendencia a ver<br />

correlaciones ilusorias. Llegamos a la<br />

conclusión de que las personas que son una<br />

cosa, también son otra. Por ejemplo,<br />

podríamos suponer que las personas<br />

políticamente conservadoras son más estrictas<br />

en relación con la disciplina de sus hijos<br />

porque los valores conservadores parecen<br />

coincidir con la severidad. Esta correlación<br />

puede existir o no, pero cuando suponemos<br />

que sí, esencialmente caemos en la trampa<br />

unidimensional, reduciendo dos dimensiones a<br />

una.<br />

Cuando se trata de los estilos, las personas<br />

suelen hacer lo mismo. Pueden suponer, por<br />

ejemplo, que si una persona es creativa debe<br />

ser desordenada (u ordenada), porque las<br />

personas creativas son desordenadas (u<br />

ordenadas). O pueden suponer que las<br />

personas que tienden a pensar de una manera

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