Observación y Práctica Docente II - Escuela Normal Superior
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más flexible pueda ser una persona, más<br />
probable es que se adapte a una variedad de<br />
situaciones.<br />
Cuando Fred se encontraba en tercer curso,<br />
tenía una enseñante que, a un año de su<br />
jubilación, estaba convencida de que sólo<br />
había una forma correcta de enseñar y que<br />
sabía muy bien cuál era. Su manera de llevar<br />
las clases era extremadamente rígida y<br />
autoritaria, premiando a los estudiantes que<br />
seguían las normas y castigando a los que no.<br />
Fred era uno de . En<br />
consecuencia, la enseñante constantemente lo<br />
ponía en ridículo y lo criticaba, como a otros<br />
niños de la clase. La enseñante era inflexible,<br />
con el resultado de que los niños que no se<br />
adaptaban a su manera de enseñar eran<br />
considerados problemáticos.<br />
Puede que Fred tuviera demasiados<br />
enseñantes de este tipo, porque, más<br />
adelante, él mismo llegó a ser así. Fred era<br />
alguien que, como Ben, prefería hacer las<br />
cosas a su aire. Pero Fred se encontraba<br />
claramente en el extremo de este continuo.<br />
Cuando estaba en secundaria, casi siempre<br />
chocaba con sus enseñantes y con sus padres<br />
a causa de su insistencia en hacer las cosas a<br />
su manera. Los padres de Fred trataron de<br />
enseñarle que la vida no siempre le dejaría<br />
salirse con la suya y que cuanto antes<br />
adquiriera algo de flexibilidad, más feliz sería.<br />
Necesitaba aprender en qué luchas valía la<br />
pena participar y qué cosas eran cuestiones<br />
de procedimiento relativamente triviales que<br />
se podían hacer de una u otra manera sin que<br />
hubiera grandes diferencias. Fred no ha<br />
aprendido fácilmente esta lección.<br />
La flexibilidad es valiosa en casi cualquier<br />
aspecto de la vida: en los estudios, en el<br />
trabajo, en las relaciones íntimas con otras<br />
personas e incluso en el trato con uno mismo.<br />
Pensemos simplemente en cuánto más<br />
efectivos podrían ser los enseñantes si se<br />
acomodaran a los diversos estilos de<br />
pensamiento de sus alumnos, o en qué fácil<br />
sería trabajar para personas que nos<br />
permitieran ser nosotros mismos y hacer<br />
nuestro trabajo de una manera eficaz para<br />
nosotros, o en qué agradable sería mantener<br />
una relación con alguien que nos aprecie<br />
totalmente por lo que somos –con nuestros<br />
propios gustos o aversiones- y no por lo que<br />
le gustaría que fuéramos. Las ventajas de la<br />
flexibilidad son tan espectaculares que nos<br />
preguntamos por qué no la destacamos<br />
mucho más de lo que lo hacemos cuando<br />
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enseñamos a nuestros hijos, a nuestros<br />
estudiantes y a nuestros empleados.<br />
8. Los estilos se socializan. ¿De dónde<br />
provienen los estilos y cómo se<br />
desarrollan?<br />
La respuesta a esta pregunta se examinará<br />
con mayor detalle más adelante, pero por<br />
ahora convendría destacar el papel de la<br />
socialización en el desarrollo de los estilos.<br />
Los niños observan modelos de roles y suelen<br />
empezar a interiorizar muchos de sus<br />
atributos.<br />
Así, los niños que observan modelos<br />
autoritarios son particularmente propensos a<br />
convertirse en personas autoritarias; los que<br />
observan modelos más flexibles<br />
probablemente serán personas flexibles. Quizá<br />
la mejor manera de fomentar el desarrollo de<br />
ciertos estilos es que uno mismo haga de<br />
modelo.<br />
Tanto si somos padres como si somos<br />
enseñantes, mentores o empresarios, es<br />
probable que nuestros intentos de actuar<br />
como modelos de ciertos estilos de<br />
pensamiento sólo tengan un éxito parcial en<br />
transmitir estos estilos.<br />
Por una parte, no somos los únicos modelos<br />
que observan las personas que están a<br />
nuestro cargo. Por ejemplo, es difícil competir<br />
con los miles de modelos poco realistas, y con<br />
frecuencia negativos, que los niños ven en los<br />
medios de comunicación.<br />
Por otra parte, todos tenemos nuestra propia<br />
personalidad. Lo que los niños llegan a ser es<br />
el resultado de la interacción entre su entorno<br />
y lo que ellos son como personas. Podemos<br />
controlar, aunque casi siempre con un alcance<br />
bastante limitado, el entorno que rodea a<br />
nuestros hijos. Pero existen límites aún más<br />
rigurosos en lo que podemos hacer para<br />
cambiar lo que, en el fondo, son como<br />
personas. Por tanto, sólo podemos hacer lo<br />
mejor que podamos, dándonos cuenta de que<br />
puede no ser suficiente cambiar a otros para<br />
que sean como nos gustaría que fuesen o que<br />
llegaran a ser.<br />
Una cosa que es absolutamente necesaria que<br />
reconozcamos es que lo que decimos es<br />
mucho menos importante que lo que<br />
hacemos. Si queremos que nuestros hijos,<br />
nuestros alumnos o nuestros empleados se<br />
expresen ellos mismos de una manera<br />
creativa, entonces tenemos que darles la