Yo me llamo Bentos Márquez Sesmeao y estoy acostum- brado a ...
Yo me llamo Bentos Márquez Sesmeao y estoy acostum- brado a ...
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que se ahogue, con la lluvia. Y pensar que jodía tanto con eso<br />
de llorar y llorar. Ahí lo tengo y ahora <strong>me</strong> lo llevo, pero antes<br />
quise entrar y avisarle, así <strong>me</strong> dice que si <strong>me</strong> corresponde<br />
franco, como dice el regla<strong>me</strong>nto para cuando se muere un familiar<br />
de uno. Y si son dos días o tres.<br />
O el:<br />
2do. RELATO<br />
En otra ocasión, el <strong>me</strong>ncionado “Ses<strong>me</strong>ao” en horas casi al<br />
anochecer, se encontraba conversando con el auxiliar de la estación<br />
Alegre, cuando en forma imprevista fue rodeado por<br />
seis parroquianos, los cuales invitaron a “Ses<strong>me</strong>ao” a pelear y<br />
éste, que tenía dotes de matón, les aceptó el desafío saliendo<br />
hacia fuera del andén de la estación ferroviaria, en esa oportunidad<br />
“Ses<strong>me</strong>ao” tenía sola<strong>me</strong>nte un rebenque y un poncho<br />
para su defensa, sus atacantes le efectuaron varios disparos de<br />
revólver y “Ses<strong>me</strong>ao” se defendía con su poncho y haciendo<br />
uso de su agilidad monística, efectuaba saltos y piruetas, siendo<br />
sola<strong>me</strong>nte alcanzado por un disparo en el brazo.<br />
—y esto es lo que sabíamos, lo que nos había ido llegando.<br />
Pri<strong>me</strong>ro que de una pelea, en un boliche, había pasado a ser<br />
policía, allá en Ranchos. Por ese tiempo había un tipo, en<br />
Ranchos, casado con una maestra, que había llegado a ser<br />
como caudillo, y dos por tres, alcalde. El hombre trataba de<br />
nombrar él mismo a todos los policías, para manejarlos. Entonces<br />
hubo una pelea, en el veinte, o más, una pelea del montón<br />
donde a Carneiro le vieron ese modo de pelear que tenía,<br />
ese modo callado, ese modo de no putear y dar vueltas, simple<strong>me</strong>nte<br />
dar vueltas y más vueltas alrededor del otro (o a lo<br />
<strong>me</strong>jor no, a lo <strong>me</strong>jor es como yo digo y atacabas de golpe y ese<br />
estilo te vino después) pri<strong>me</strong>ro despacio, como un paso de<br />
baile, despacio, despacio, como un bicho, hasta au<strong>me</strong>ntar len-<br />
ta<strong>me</strong>nte, como al ritmo de un tambor que creciera y creciera<br />
escondido en algún lugar de tu cuerpo. Una pelea que le contaron<br />
después a aquel tipo, al caudillo, o juez de paz, o lo que<br />
sea, impresionados. Lo soltaron a condición de que se enganchase,<br />
y él dijo que sí, que <strong>me</strong>jor un puesto seguro. Pero no<br />
era el puesto seguro, Carneiro; era la libertad, <strong>Bentos</strong>. No era<br />
el sueldo, inferior a lo que ganabas en las cosechas; eran el<br />
revólver, el garrote, los ladrones por perseguir, todo lo que te<br />
dejaría ejercitar tu antiguo deseo de soltarte, de pegar, de todas<br />
esas cosas que nos hacen sentir miedo, ahora, nada más<br />
que con ver a un vigilante de provincia acodado en el mostrador<br />
de un bar, silencioso, reclutado para eso, para el silencio y<br />
el resentimiento, para todo eso que termina (cuando termina,<br />
cuando se sabe algo, una vez entre mil) con titulares en los<br />
diarios hablando de apremios ilegales, en días en que los comisarios<br />
declaran no haber estado de guardia o algo así. No se<br />
sabe mucho de esa época; apenas que fue a Loma Verde. Fuiste<br />
a Loma Verde y ahí ya solucionaste el pri<strong>me</strong>r caso, un robo.<br />
Tenías un instinto raro para seguir las huellas. Decían que<br />
podías seguir un olor, como los perros, contra toda distancia.<br />
<strong>Yo</strong> también lo creía, lo juro, y más cuando vino por estos lados,<br />
cuando volvió. Un hombre con miedo, tal vez, un hombre<br />
que escapaba, tal vez, soltaba algo, un olor, algo que<br />
quedaba en el aire y que vos percibías sin darte cuenta, obedeciendo<br />
a leyes que ni el mismo Don Tomás, que te trajo, que<br />
estuvo en la selva de donde te trajo, podría conocer. Algo animal,<br />
algo que daba miedo, como aquella noche, tan bestial<br />
que dabas miedo, Kincón. Así con los ladrones y por Loma<br />
Verde, <strong>me</strong> acuerdo que se acordaban. Y el hombre aquel lo<br />
mandó y el hombre aquel lo trajo a Ranchos y fue alcalde y te<br />
mandó a Alegre, el pueblo más triste que conocí en mi puta<br />
vida. Debe haber sido ésa la época en que te casaste o te juntaste<br />
con la mujer que te acompañaba aquel día en el forcito:<br />
con ella y con los dos hijos que tenía. Cómo se unieron, cómo<br />
fue que ella se juntó con vos, del único modo en que pudimos<br />
explicarlo fue por el lado de la sangre, del color, de las cosas<br />
que ella habrá sentido alguna vez, viéndote pelear, moverte<br />
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