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Yo me llamo Bentos Márquez Sesmeao y estoy acostum- brado a ...

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andar probando qué de ligero le sale el cuchillo, bien a tiro de<br />

mi vista, para intimar<strong>me</strong> y que no <strong>me</strong> arri<strong>me</strong> al alam<strong>brado</strong>,<br />

cada vez que usté amaga para acá. Aparte que le va a costar<br />

trabajo porque ya hace rato que apuntalé bien la tranquerita,<br />

con tres clavos así contra el poste, y es mi derecho. Cuando<br />

mucho se costea un poco más para arriba, porque mi franja es<br />

corta y alam<strong>brado</strong> de la estancia hay a patadas, contra el camino,<br />

para pasar. Ya sé que a los ingleses no les gusta, pero <strong>me</strong>jor<br />

se anima a eso en vez de andar jodiendomé a mí. Usté dirá<br />

que es una pavada eso de poner la estancia, digo la tranquera<br />

principal por allá a cuatro leguas, y yo digo que sí. La tranquera<br />

principal de la estancia. Pero también digo que cuando<br />

la pusieron (y esas épocas yo lo sé <strong>me</strong>jor que usté, por algo a<br />

mí <strong>me</strong> trajo Don Tomás), cuando la pusieron el pueblo no era<br />

ni así de grande. Y aparte que ahora es lo <strong>me</strong>jor, porque los<br />

patrones salen derecho al camino, y están a lo mismo de<br />

Monte que de Belgrano. No a lo mismo, pero lo mismo<br />

de cómodos una vez que encaran la ruta. Imaginesé si para ir a<br />

Buenos Aires, o mismo a Monte, tuvieran que salir por este<br />

lado. Sería como <strong>me</strong>dia hora más, que es lo que hay del Manantiales<br />

a la entrada de la estancia ida y vuelta. Se lo digo<br />

más justo, para que entienda. Usté sabe que en auto, desde la<br />

entrada de la estancia al puente Manantiales, que es como decir<br />

el pueblo, hay cuarto de hora, y sería bastante perder tiempo,<br />

cuando se quiere ir a Monte, venir en coche por el lado de<br />

adentro un cuarto de hora, para hacerlos de vuelta por el camino<br />

que uno vendría viendo todo al costado en el viaje. Media<br />

hora justa, fijesé. Claro que usté es el que se jode porque<br />

con el tobiano se hace como hora y <strong>me</strong>dia para venir a Belgrano<br />

cuando con cruzar ya casi está. Pero no es mi culpa, Miranda,<br />

y yo no paro de aconsejarlo bien. Usté tramitesé con<br />

los ingleses de abrir una tranquera donde termina mi terreno,<br />

ahí cerca. Porque no es mi culpa que la parte mía caiga justo<br />

donde estaba esa tranquera, Miranda. Así <strong>me</strong> gusta, cebesé el<br />

último, solito, ahí en su puesto, y no insista en arrimarse porque<br />

esta franja es mía, según consta en testa<strong>me</strong>nto del mismo<br />

Don Tomás, y yo bien que la voy a hacer respetar a la <strong>me</strong>mo-<br />

ria dél. “Algún día vas a tener un lugar para morirte, <strong>Bentos</strong>.”<br />

Así <strong>me</strong> dijo una vez. Cumplió y acá <strong>estoy</strong> y yo voy a hacer<br />

respetar su <strong>me</strong>moria, la <strong>me</strong>moria del que fue su patrón. Pero<br />

el campo está bueno, a esta hora, y <strong>me</strong>jor no discutir. Ni pelear.<br />

Eso también decía Don Tomás, a veces, a la tarde. Que<br />

el campo estaba bueno y yo digo que quería decir que estaba<br />

tranquilo, el campo, y él en esas veces no paraba de dibujar y<br />

de dibujar. Y él decía que días así uno podía ser como los chicos<br />

y agarraba el lápiz más finito y ahí se estaba, dele darle y<br />

darle vueltas al lápiz con rayas muy finitas y así en el papel le<br />

salían plantas como de juguete y vacas como de juguete y él se<br />

reía. Eran las cosas que más <strong>me</strong> gustaban, claro que yo nunca<br />

entendí mucho y para esas cosas hay que entender. Porque las<br />

cosas que no hacía con lápiz, esas de color, no <strong>me</strong> gustaban<br />

nada. Pero las de lápiz y esas de rayas gruesas, con la carbonilla,<br />

siempre <strong>me</strong> hacían algo. Esas más gruesas eran todas retorcidas<br />

y oscuras y a mí no <strong>me</strong> gustaban mucho, pero <strong>me</strong> las<br />

quedaba mirando y él <strong>me</strong> decía que era porque cuando las miraba<br />

<strong>me</strong> hacían acordar cosas, pero no sé. En cambio, esos dibujos<br />

de rayas finitas <strong>me</strong> ponían contento y de ahí tengo la<br />

costumbre de decir que el campo está bueno a esta hora, como<br />

él decía, y yo mismo <strong>me</strong> pongo alegre y nada de ganas de pelear.<br />

Ni discutir. Así que <strong>me</strong>jor que cada uno de nosotros se<br />

lama solo, Miranda, cada uno en su misma casa. Va a ser <strong>me</strong>jor.<br />

Es lindo cuando uno puede terminar el día en paz de<br />

Dios, sin que le tiemblen las manos por las rabietas. Mejor<br />

terminar el día sereno, mirando cómo se acaba la luz natural,<br />

ahora que es verano y junto con lo oscuro empiezan a joder los<br />

grillos y cada charco parece un circo, de lo alborotado. Puras<br />

ranas y sapos, aparte los ladridos, que recién empiezan. Es así.<br />

Pri<strong>me</strong>ro yo lo veo a Miranda que ceba el último mate y va<br />

para el lado del corral, que está a unos cincuenta del rancho<br />

donde vive. A unos cincuenta <strong>me</strong>tros. A unos cien de mi vista,<br />

más <strong>me</strong>nos que más, de seguro. Por lo <strong>me</strong>nos, así era cuando<br />

yo estuve en la estancia, que se decía que el rancho del puesto<br />

nú<strong>me</strong>ro cuatro estaba justo a cien <strong>me</strong>tros de la salida para el<br />

pueblo. Entonces más más que <strong>me</strong>nos, ahora <strong>me</strong> doy cuenta.<br />

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