Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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los conops son parásitos de varias especies y
no exclusivamente de una.
El segundo género de la familia de los
Conopsidos es el Myopa, diferente del precedente
por el estilo dorsal de las antenas, que
es corto y formado por tres artejos. Tienen
además ojos accesorios y una trompa doblada
en dos partes, causa de que se los haya llamado
vulgarmente moscas de cortaplumas. Entre
las veinte especies europeas la que más
abunda es la Myopa ferruginea, de color ferruginoso
brillante, de matiz amarillo dorado,
escudo dorsal marcado por tres rayas negras
longitudinales y franjas blancas transversales,
de reflejos sedosos en el abdomen. La larva
vive en los abejorros. La Myopa variegata
tiene los palpos en forma de masa, la cara
amarilla, las antenas y la frente ferruginosas,
el tórax negro cou líneas blancas anteriores,
las espaldas y costillas morenas, el
escudo con manchas blancas, las alas obscuras,
las patas ferruginosas, los muslos anteriores
gruesos, negros y con anillo blanquizco,
el abdomen negro, y con los tres primeros
segmentos ferruginosos y blancos pollos
bordes, y otros dos blanquizcos y con cuatro
manchas anteriores negras. La Myopa
oariegaia vive en Francia y Alemania.
CONSANGUINIDAD. —De las diversas
definiciones que se han dado de esta palabra,
ninguua nos parece tan exacta como la de
nuestros principales legistas: es el parentesco
que existe entre los descendientes de un mismo
tronco. Este parentesco se funda en la comunidad
de origen, y tiene sus grados, sin perder
la consanguinidad, según las generaciones
que median entre los individuos y el tronco
de que descienden.
La consanguinidad en los primeros grados
de parentesco es impedimento absoluto ó relativo
de unión sexual entre los hombres. La
de padres con hijas, madres con hijos y hermanos
con hermanas causan verdadero horror,
y se designan con el nombre de incestuosas.
Tratándose de animales, no puede ni debe tener
aplicación á las uniones sexuales la idea
moral y religiosa relativa á la consanguinidad
en los primeros grados de parentesco. Recordamos
haber sostenido esta opinión en el Consejo
superior de Agricultura, discutiendo con
su Presidente, el Sr. Candau, el cual sostenía
que en la cría caballar repugnaba el incesto
como entre los hombres.
En esta cuestión no vemos nosotros sino
el lado zootécnico estrechamente relacionado
con el económico. ¿Son convenientes ó perjudiciales
las uniones consanguíneas para la mejora
de las razas? O lo que es lo mismo: ¿qué
efectos produce la consanguinidad en la descendencia?
Los autores españoles de más reputación
que han tratado esta materia, singularmente
con aplicación á la producción ecuestre, han
condenado del modo más categórico las uniones
consanguíneas en próximo grado de parentesco.
D. Pedro Pomar, en su Informe al Rey,
y después el Marqués de Casa-Cagigal en el
llamado de los cuatro genales, por ser éste el
número de firmantes, atribuyen al influjo de
la consanguinidad deformidades en los hijos,
alteraciones del organismo, debilidad vital y
procreadora. Admitidas estas ideas como doctrina
inconcusa, de consecuencia en consecuencia
se llegó á proclamar como principio
de mejora de las razas la unión de individuos
dispares.
Decía Pomar: «Elganado está muy degenerado
por el perverso abuso, generalmente admitido,
de darles padres de la misma casta
á las propias yeguas. Para hacer bien el
cambio debe hacerse con caballos de otros climas
opuestos al del en que han nacido las yeguas,
y teniendo siempre el cuidado de cambiar
de años en años, de suerte que jamís
tomen á sus hijas ni á sus hermanas. Es la
causa de estar tan decaídas y poco fecundas
nuestras yeguadas, y de haber perdido los caballos
sus superiores calidades antiguas.»
¡Cuántos perjuicios han causado en la práctica
tales errores, sobre todo en lu cría caballar!
Los ganaderos que los han tomado por
pauta de conducta, se han privado de punto
de apoyo para dar homogeneidad á sus yeguadas,
y han procedido contra la verdad substancial
que contiene la ley de los semejantes
de Linneo. A la vista están los resultados:
prefiriéndose sistemáticamente sementales extraños
á los de la propia familia, carece la
descendencia de caracteres distintivos, perpetuándose
la falta de armonía corporal para
determinar fines de unas en otras generaciones.
Y es cosa que maravilla que las tinieblas del
error en esta materia no se hayan disipado
en naciones verdaderamente ilustradas. En
Alemania hay quien pretende todavía sostenerlo
teóricamente, y en Austria existen comarcas,
cual hemos visto en el Tirol, donde
es general y constante evitar la unión sexual
entre yeguas y caballos de próximo parentesco.
Nosotros creemos que la consanguinidad no
es por sí misma base necesaria de mejora ni
de decadencia, y, por consecuencia, que no
basta para dar a las.razas cualidades que no
tienen ó privarlas de defectos de que adolecen.
Los progenitores, sean ó no parientes
consanguíneos, no pueden dar lo que uo tienen,
y si los hijos, como es natural, nacen
con cualidades distintas que los padres, esto
obedece á leyes relativas á la individualidad,
que la ciencia establece y explica. La virtud
de la consanguinidad, si nos es permitida la
frase, consiste en elevar al mayor grado el
influjo hereditario; influjo ejercido por igual
para transmitir las buenas cualidades y los
defectos visibles, el vigor y la levadura de las
enfermedades.
Los padres pueden transmitir á sus hijos
sus caracteres, pero con una diferencia: cuando
son individuales, es decir, cuando no tuvieron
precedente en la ascendencia y se pre-