Sementera: 312 litros de grano - citaREA

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el cólchico, los ranúnculos y las clemátides.
Entre los animales, las cantáridas, que accionan
sobre el aparato urinario, provocando
frecuentes deseos de orinar y la hematuria.
El tratamiento que se ha de adoptar contra
esos venenos se basa en la administración de
vomitivos; en favorecer los vómitos, si es que
se inician espontáneamente; en el empleo de
purgantes, si el envenenamiento data de algunas
horas, ó á' falta de ellos, en la aplicación
de lavativas que contengan sal común, y, por
último, en la punción del rumen y extracción
de los alimentos ingeridos. Para neutralizar
la acción del veneno se usa el agua albuminosa,
la clara de huevo, el bicarbonato de sosa,
el carbonato de cal, la magnesia y las bebidas
abundantes. Contra los alcalinos se prescriben
las aguas acídulas.
Cada clase de venenos determina síntomas
especiales y característicos, y así los ácidos
sulfúrico, nítrico y clorhídrico provocan sed,
náuseas y vómitos; los excrementos producen
efervescencia sobre el suelo; enrojecen el papel
de tornasol; adelgazan el pulso; determinan
sudores y calofríos; las escaras de la boca
son negras cuando la intoxicación se ha verificado
con ácido sulfúrico, amarillas con el
ácido nítrico y más ó menos rojas con el clorhídrico,
debiéndose aplicar en los tres casos
el tratamiento indicado antes. Los ácidos oxálico
y tártrico producen menos irritación que
los anteriores en las vías digestivas, dolores
abdominales más intensos, frecuentes deposiciones,
descenso de temperatura y vacilación
en la marcha, siendo el tratamiento
contra su acción idéntico al señalado para
todos los ácidos. Los álcalis cáusticos, potasa,
sosa, el agua de Javelle, el amoníaco, no
provocan efervescencia en el suelo, devuelven
el color azul al papel de tornasol enrojecido,
son grasientos y de la suavidad del jabón, y de
olor de orina; las erosiones de las primeras
vías digestivas no están bien marcadas, las
heces son sanguinolentas y de olor característico
cuando es debida al amoníaco la intoxicación.
Se combate el envenenamiento con
aguas aciduladas y avinagradas, y con abundancia
de agua ó líquidos que contengan ácido
carbónico. La coloquíntida, el euforbio, el
cólchico, la ruda, el ranúnculo, etc.^determinan
tristeza, inquietud, irregularidad en
la temperatura, cólicos, vómitos, retortijones
y dolores de vientre, fuertes pujos, expulsión
de gases y secreciones sanguinolentas. Por eso
es necesario separar de los forrajes las plantas
en cuestión y limpiar de ellas los prados. La
intoxicación que producen se combate con la
abundancia de bebidas mucilaginosas y líquidos
aromáticos, y, en último término, con la
punción del rumen y la extracción de los alimentos.
Las cantáridas provocan frecuentes
deseos de orinar, hematuria y deposiciones
dolorosas, como se ha dicho; se combate su
acción con vomitivos, bebidas alcalinas, la leche,
la magnesia, cocimientos mucilaginosos,
con alcanfor, el opio y la morfina; y en los pe­
rros con las fricciones de linimento alcanforado
sobre la región renal y sobre las paredes
abdominales. Deben evitarse las substancias
oleosas.
El envenenamiento con tóxicos hiposténicos,
arsénico, fósforo, sales de cobre y de
mercurio, sublimado corrosivo, emético y digital,
se caracteriza por accidentes generales
consecutivos á la absorción, y que consisten en
una depresión rápida y profunda de las fuerzas
vitales, y en cierta irritación intestinal á
veces, pero nunca muy marcada. Los animales
presentan una fisonomía triste y algunas
perturbaciones en el aparato digestivo; en
ocasiones la salivación es abundante, y en
algunos casos se observa estreñimiento y en
otros diarrea. Las grandes funciones se paralizan;
aparecen las convulsiones primero, y
una extraordinaria postración de fuerzas después.
Los latidos del corazón son fuertes y
tumultuosos, y el pulso es pequeño, blando y
á veces intermitente. La piel se va enfriando
gradualmente, y se presentan en ciertos puntos
del cuerpo sudores viscosos y fríos. Cuando
los enfermos han de sucumbir, caen en un
estado siucopal, y muy luego sobreviene la
muerte por asfixia.
Los síntomas especiales que denuncian la intoxicación
con el arsénico son la falta de apetito;
la insalivación; los esfuerzos para deglutir;
la sed; el dolor de garganta; dolores abdominales;
la escasez de orina, que es siempre de
color obscuro; la ansiedad de la respiración; la
frialdad de la piel; la concentración del pulso;
la dificultad en andar, y á veces la parálisis.
El tratamiento tiene por base el uso del
sesquióxido de hierro hidratado, en una dosis
doce veces mayor que la del arsénico. Si no
se conoce la cantidad de veneno absorbida ó
ingerida, se administrarán á lasreses mayores
de 50 á 100 gramos de sesquióxido, á los perros
de 6 á 12 en el agua caliente, y se repetirá*
esta dosis de tres á cinco veces, con intervalos
de media hora. También da buenos
resultados el hierro acético soluble en los envenenamientos
con ácido arsenioso y aun cou
ácido arsénico, en cuyo caso no sería tan eficaz
el sesquióxido de hierro hidratado. Del
hierro acético soluble, que, según Hertwig,
se prepara mezclando una parte de sesquióxido
de hierro hidratado, tres de ácido acético
y doce dé agua, se dará cuatro ó seis veces á
los perros pequeños una cucharada, y á los
grandes una dosis cuádruple, en intervalos de
un cuarto de hora. Puede emplearse también
contra el arsénico y sus preparados, el sulfato
de hierro con la magnesia calcinada, en la
proporción de 30 gramos de sulfato disueltos
en 240 de agua, y 15 gramos de magnesia calcinada,
para administrar á los perros cada
cuarto de hora en dosis de una á cuatro cucharadas;
el hígado de azufre, la leche de
magnesia, la lechada de cal, el agua de jabón,
el agua azucarada, la albúmina, el carbóu
animal, el cocimiento de almidón y los brebajes
mucilaginosos con sulfato de magnesia