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DANIEL SCHÁVELZON<br />
ellas lo acl<strong>ar</strong>a Hudson al decir asombrado que "después de la época de Rosas,<br />
mujeres pálidas, algunas de las cuales hablaban extraños e in<strong>com</strong>prensibles<br />
idiomas, se mezcl<strong>ar</strong>on con las lavanderas africanas". Wilde decía que "ver en<br />
aquellos tiempos una mujer blanca era ver un lun<strong>ar</strong> blanco, <strong>com</strong>o es hoy un<br />
lun<strong>ar</strong> negro entre tanta mujer blanca, de todas nacionalidades del mundo, que<br />
cubrían el inmenso espacio a orillas del río desde la Recoleta y aún más allá,<br />
hasta cerca del Riachuelo" 125 . Llegaban de a cientos, en verano e invierno,<br />
ocupaban sus pozos y luego colgaban la ropa en tendederos provisorios o sobre<br />
el piso; llevaban consigo y sobre la cabeza la batea de madera -imaginemos lo<br />
que pesaban-, una pava p<strong>ar</strong>a el mate y la infaltable pipa: fum<strong>ar</strong> siempre fue una<br />
tradición también femenina entre los esclavos. Alcide D´Orbigny lo describió<br />
muy bien al decir que "se dirigen al río fumando gravemente la pipa y<br />
conduciendo la pava destinada a hacer calent<strong>ar</strong> el agua p<strong>ar</strong>a su mate" 126 .<br />
Otros detall<strong>ar</strong>on la misma rutina: Wilde n<strong>ar</strong>ra que "eran excesivamente fuertes<br />
en el trabajo y lo mismo pasaban todo el día expuestas a un sol abrasador en<br />
nuestros veranos <strong>com</strong>o soportaban el frío de los más crueles inviernos. Allí, en<br />
el verde, en verano o invierno, hacían fuego, tomaban mate, y provistas cada<br />
una de un pito o cachimbo, desafiaban a los rigores de la estación" 127 .<br />
Quizás la más vívida descripción la dijo Guillermo Enrique Hudson,<br />
con esa m<strong>ar</strong>avillosa capacidad que tuvo p<strong>ar</strong>a capt<strong>ar</strong> los detalles de la vida<br />
cotidiana; describió con cuidado la plaza cubierta de "una nube blanca" que<br />
formaba la ropa lavada a lo l<strong>ar</strong>go de muchas cuadrados en donde "las negras,<br />
excesivamente chillonas, me recordaban que su p<strong>ar</strong>loteo mezclado con gritos y<br />
c<strong>ar</strong>cajadas, el revuelo que promovían sobre las aguas pantanosas las (...)<br />
ruidosas aves acuáticas". Y continúa diciendo que "aquella admirable e<br />
inv<strong>ar</strong>iable escena animada me hizo ir allí una y otra vez. Encontraba no<br />
obstante, que era neces<strong>ar</strong>io and<strong>ar</strong> con prudencia entre esas mujeres, pues<br />
miraban en forma sospechosa a los muchachos vagabundos. Algunas veces,<br />
cuando escogía el camino entre las desp<strong>ar</strong>ramadas prendas, me despedían con