Año 7 Nº28 - Diciembre 2011 - Argentores

en el teatro. Me pregunto cuál es el máximo de
intensidad posible en esa experiencia. Porque, es
cierto que al mismo tiempo, uno tiene vocación de
público. Y, como dice un amigo mío, Roberto Biso-
ño, productor de La Comedia, el Sha y el Apolo: “el
público es tanto pero no es tonto”. A mi lo que me
atrae es que el teatro no está ni en el pasado ni en
los pataleos rupturistas. Tampoco no está en la pla-
tea ni en el escenario. El teatro de taquilla cree que
el teatro está en la platea y por eso monta obras
que se adaptan al gusto previsto. Hay un uso, una
práctica, que cree que el teatro está en el escenario
y se olvida así que quien lo constituye es el público,
Y, en realidad, no está ni en un lugar ni en otro.
Entonces, ¿cómo construir un nuevo lugar, de gran
intensidad, que no se someta ni olvide al público.
Ahí de vuelta comienzan las preguntas: cómo cons-
truir un edificio que no estaba antes imaginado,
cómo construir nuevos vínculos y relaciones, otras
formas de comunicación. Se puede pensar que es
fácil, pero es muy difícil.
Hay autores que transitaron por una vertien-
te experimental y que ahora montan obras
de gran éxito de público. ¿Cómo ha sido esta
experiencia?
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A mi me parece que Daniel Veronese, que es
uno de los que ha hecho esta experiencia, sabe
muy bien que cuando dirige obras en el circuito
comercial su llegada a ese ámbito se debe a que
viene desde otro lugar que no debe abandonar.
No es que él llegue a ese lugar porque sea un ob-
jetivo al cual es deseable ir, sino por ha acumulado
atributos en su campo de iniciación que el teatro
de taquilla valora. Ahí está su fuente y si, ocasio-
nalmente, el teatro de taquilla le pide algunas co-
sas, Veronese las hará en la medida que quiera ha-
cerlas. Pero para seguir siendo ese artista que uno
admira debe respetar el yacimiento donde obtuvo
sus mejores materiales.
en ese sentido, Javier Daulte, a pesar de hacer
un teatro de marca personal muy reconocible,
parecería ser más permeable a las propues-
tas de un teatro que trata de agradar todo
el tiempo al público. Dicho esto sin ningún
prejuicio ni como reproche.
Sí, y en algún aspecto podría verse esto como un
gesto paradójico, teniendo en cuenta que su origen
está en uno de los teatros independientes más em-
blemáticos, el Payró, uno de los teatros más comba-
tivos, más embanderado con ciertos principios. Sin
embargo, él es uno de los más habilidosos ingenie-
ros de un teatro comercial ameno, disfrutable, po-
pular, exitoso.
Los autores invitados
¿Podría hacer una sintética caracterización
de los cinco visitantes de los encuentros que
condujo? empecemos por las mujeres.
En Laura Fernández percibo un rasgo muy sugestivo:
que es una artista que claramente puede
acompañar su obra con una reflexión, porque a
veces no ocurre así. Ella analiza sus trabajos con
una agudeza enorme. Y en los diálogos observé
además una habilidad complementaria: la de poder
generar incertidumbre sobre los apoyos básicos
de las preguntas que se formulaban en el
escenario. Algo de eso está también en su teatro,
como una fortaleza y una debilidad al mismo
tiempo. Eso genera en su obra una zona de fricción
que me parece muy interesante. La obra de
Laura tiene cierto contraste entre un pensamiento
muy lúcido, claramente confrontado con el juego,
y una zona de aspecto puramente emocional que
va a contrapelo de aquel pensamiento. Esa contradicción,
que es uno de los rasgos nítidos de la
obra de Laura, que es lúdica y al mismo tiempo
retórica. Y ella vive de alimentar esa contradicción
y la incertidumbre que provoca.
Seguimos con Catani.
Hay algo de la mirada de Catani que es muy subyugador.
Y es que a través de esa mirada ella siempre
parece ver otra cosa. Si nosotros, desde este bar,
vemos en la calle esa bicicleta, ella seguramente
verá otra cosa. En su universo poético este dato es
muy característico. Hay allí regularmente personas
que tienen dificultades para reconocerse, como esos
pelados o viejos que son los últimos en enterarse
de lo que les ha pasado. El diálogo con Beatriz fue
atrayente, pero el que más desconcertado dejó a los
asistentes.
Y es por algo que le atribuyo a ella: es una artista
fiel a su mirada, que puede estar teñida tanto
de espejismos como de atributos reveladores. Porque
ella puede ver en algo que nosotros miramos
tanto algo que no está y es ilusorio como algo que
es claramente revelador de un aspecto que no podíamos
percibir. Está en el grupo de creadores que
está pidiendo un teatro para su obra. En ese sentido,
Beatriz ha ido buscando formas de hacer su teatro
de una manera que no lo trasvista.
Ahora tantanián, ¿no?
En Tantanián creo que se ha juntado su capaci-
dad para la creación con la experiencia teatral que
acumuló en muy poco tiempo. Y que empalma con
una condición particular de carisma. Es difícil ha-
blarte del encuentro sin pensar en el tono de su voz,
que es un rasgo muy interesante que descubrió a
través del tiempo, cómo descubrió que había algo
de obra en él mismo. A través de años de curtirse fue
asumiendo cada vez más un lugar de showman. Me
lo acuerdo en un estreno de Viaje de invierno en el
Metropolitan con una platea llena y él con todos los
espectadores en la mano. No puedo pensar todavía
con claridad como se plantea él su teatro, pero creo
que tiene que ver con cierta elaboración que él está
haciendo de sí mismo en relación al teatro. Hoy Tan-
tanián es una especie de artista-obra.
“En Tantanián
creo que se
ha juntado su
capacidad para
la creación con
la experiencia
teatral que
acumuló en muy
poco tiempo. Y
que empalma con
una condición
particular de
carisma.”