Año 7 Nº28 - Diciembre 2011 - Argentores

maturgia. Pero, en verdad digamos que me gusta
entrarle al teatro por todas sus vertientes, porque
soy también investigador y he hecho varias antolo-
gías de teatro, he escrito libros de investigación y
ensayos teatrales.
Hace un rato hablaba de un teatro cuya ter-
minación parecer ir dirigida a la cabeza del
director, como si algo quedara sin completar
en el texto. ¿eso se ve bastante en México
también?
Si, el año pasado se estrenó una obra que escribí
en torno al fenómeno de Facebook. Se llama
Nueve días de guerra en Facebook. Y lo curioso del
asunto es que escribí una historia que sucede en un
espacio virtual y la crucé con distintas acotaciones o
didascalias, que más o menos prefigurarían un espacio
escénico, un tipo de accionar, etc. Se la di a
leer a un director con quien trabajé muchos años,
Martín Acosta, muy reconocido en México, y después
de leerla me dijo le gustaba mucho, pero que
le estorbaban las acotaciones. Como confío mucho
en él como director, y me decía que esas didascalias
estorbarían a los actores, las saqué todas. Y después
la obra se públicó.
¿Con las didascalias?
No, sin ellas. Me di cuenta que había cedido terreno,
pero al mismo tiempo pensando en que lo
que estaba ofreciendo el texto era lo suficientemente
persuasivo como para que el director construyera
los códigos de representación. Entiendo un poco la
postura del director de decir que él crea un universo.
Sí, pero lo hace a través del diálogo y las didascalias.
De todos modos, es cierto también que, a veces, el
autor está planteando con las didascalias una puesta
en escena hipotética. Y el director contemporáneo
lo que pide es que lo le crees las imágenes, sino
que se las generes a partir del texto. Había una frase
de Richard Foreman, citando un poco a Jacques
Cocteau, que decía que el teatro de estos días pide
poetas del escenario y no poetas en el escenario. Es
decir, que son sus palabras los autores construyan
0
el universo nada más, y que dejen al director que
haga lo propio, que finalmente es su trabajo. Desde
luego, es un tema muy debatido.
(Intercede en la conversación Roberto Perinelli,
quien afirma: “En mis múltiples discusiones con directores,
siempre dije una cosa que me parece es
un camino. El director no tiene necesidad de hacer
lo que yo digo, pero, por lo menos, es bueno que
lo sepa. A lo mejor lo que propongo a través de las
didascalias es el mejor camino. O no. Enterado de
esto, él es dueño de tomar o no tomar lo que propone
el autor, de usarlo parcialmente o de desecharlo
por completo. Sobre todo si tiene delante un autor
activo, no un idiota que está cuidando si le sacaron
o le pusieron una coma. Un individuo que sabe que
el escenario tiene una serie de leyes y que a veces el
papel no responde a esas leyes.”)
Conocer el punto de vista del otro generalmente
enriquece.
Por supuesto. Y sigo con el mismo ejemplo de la
obra que le dí a este director amigo, que ya había
dirigido ocho o nueve piezas mías. Nos conocemos
bastante bien. Y cuando me dijo que no le hacían
Una imagen de
9 días de guerra
en Facebook
falta las acotaciones, le contesté que las eliminara.
Pero, al mismo tiempo, él sabía que yo actuaría, porque
era el narrador de la obra..
Seguramente usted como actor, aún inconscientemente,
habrá repuesto algunas de las
observaciones colocadas en las didascalias.
Es probable. Lo que sí puedo decir es que, por
la dinámica de la misma actuación, incorporé otras
cosas durante las funciones. Y de pronto también
improvisaba. Y quedaba ese espacio para que inventara,
volcará nuevas imágenes al espectáculo. Se
podría pensar que el autor termina su trabajo con el
estreno de la obra. Pero, yo allí, estaba como actor. Y
en esa función medía la reacción del público y podía
modificar aspectos del texto, encausándolo hasta el
punto que resultaba más adecuado a mi oído. Ese
proceso de acomodación del texto a la forma del
habla del actor suele darse.
Más allá de las supuestas o no tanto dificultades
con los directores, los autores tienen hoy
también otros problemas, relacionados con
sus derechos morales y patrimoniales. ¿Ha
perjudicado mucho la sanción del AlCA la situación
de los autores en México?
Sobre este asunto debo confesar que hay mucha
ignorancia en México, se desconoce con precisión
qué terreno estamos pisando. Siempre hubo en mi
país una regulación y un manejo del derecho de autor,
que seguía mas ó menos ciertas normas internacionales,
pero que en lo fundamental respetaba
la idea de que el autor es dueño de una regalía que
produce la explotación de su obra, y que es el dueño
patrimonial y moral de ella.
¿De cuánto era la regalía?
Era de un 10 por ciento sobre el borderó. Sin
embargo, ocurrió que cuando se firmó el Tratado de
Libre Comercio (el NAFTA) hubo algunas modificaciones
en materia cultural. Y se cambió, entre otras
cosas, la ley del derecho de autor. Eso nos deja en un
estado de cierta desprotección frente al productor.
Yo viví no hace mucho una situación muy enojosa
y extraña con una obra mía a raíz de lo que pasa
hoy en materia legal. Cinco chicas recién egresadas
de la universidad, de la que yo era director en la
carrera de teatro, me pidieron que escribiese para
su graduación una obra, de cuya producción ellas
se harían cargo. Me pareció una propuesta aceptable
porque permitía que se graduaran con un texto
respetable y acepté. Pidieron becas por aquí y por