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CAPITULO III

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instituciones locales de gobierno. Sin embargo, tales cambios no llegaron a formalizarse ni lograron<br />

consolidarse. Quizás el problema mayor haya sido la imposibilidad de superar las prácticas<br />

clientelares que predominaban en la política local de esas municipalidades, al tiempo vez que la<br />

crisis había debilitado los nexos de solidaridad de la población. En ese sentido, las organizaciones<br />

populares tendieron, como ya se mencionó, a subordinarse a las prácticas partidarias y a las<br />

estrategias de lo que más adelante llamaremos la acumulación política a nivel local (Capítulo V<strong>III</strong>).<br />

La gestión urbana local en la ciudad metropolitana marca así, tanto posibilidades como limitaciones<br />

para el enfrentamiento de las condiciones de la vida cotidiana de la población más necesitada y, de<br />

esa forma, para contribuir al mejoramiento de la calidad de vida en la ciudad global.<br />

La ciudad metropolitana de Buenos Aires no solamente no tiene quien se haga cargo de sus<br />

dimensiones globales sino que está sujeta a una multiplicidad de agentes públicos y privados que<br />

actúan en ella de acuerdo a lógicas muy diferentes. De todas formas puede aceptarse nuestra<br />

hipótesis de la falta de un actor público responsable, tanto en el sentido de responsable de la<br />

gestión metropolitana como de promotor de una gestión pública en la ciudad.<br />

El modelo de gestión de base centralizada y segmentado sectorialmente con apoyo en empresas<br />

públicas de servicios urbanos, fue el responsable de la bajísima capacidad de enfrentar las<br />

dificultades económicas nacionales y mantener la funcionalidad urbana. Su crisis, por otra parte,<br />

fue enfrentada por medio de la privatización de esas empresa que, sin duda, no cumplían con la<br />

función para la que habían sido creadas. Más allá de esa transferencia no se modificó ninguno de<br />

los otros parámetros de la gestión de la ciudad.<br />

La situación institucional se complementó con el predominio de enfoques privados como<br />

orientaciones de la gestión urbana. Esto es, junto a la incorporación de empresas privadas en la<br />

producción de los servicios se gestionó la ciudad como si constituyera un objeto de libre<br />

apropiación privada, sin salvaguardar los intereses públicos que permitirían garantizar su<br />

funcionamiento pleno.<br />

El panorama no termina aquí, la gestión de los servicios urbanos y las relaciones financieras<br />

metropolitanas consolidaron ese esquema. Los intentos de introducir formas metropolitanas de<br />

gestión, por su parte, no lograron romper con la inercia que ya se había consolidado en la ciudad.<br />

Pero estos temas son objeto de los capítulos que siguen.

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