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Enaethel estaba en trance. El<br />
claro de bosque sagrado estaba en<br />
calma mientras la conciencia de la elfa de<br />
la casta con la magia del bosque en el<br />
espíritu surcaba las aguas siempre cambiantes<br />
del tiempo. Era un placer extásico<br />
para Enaethel. Surcaba los tiempos<br />
pasados y se deleitaba en las vidas de<br />
sus antepasados. Había conocido a su<br />
tatarabuelo, un señor de los caballos en<br />
los tiempos del Rey Fénix cuando los<br />
elfos del bosque aún no pertenecían a<br />
Athel Loren. Había surcado los mares<br />
con sus ancestros del mar y había cabalgado<br />
en las grandes praderas del este<br />
con sus primos exploradores de occidente.<br />
Aún y así, había tenido mucho<br />
cuidado tal y como le habían enseñado.<br />
Los videntes estaban sujetos a grandes<br />
peligros, y no era el menos de ellos caer<br />
en el engaño de lo que pudo haber sido<br />
pero nunca fue. Y no solo eso. Había<br />
seres que vivían en el tiempo de la<br />
misma manera que los elfos vivían en el<br />
bosque. Seres que eran muy posesivos<br />
con el territorio.<br />
En aquellos momentos, como<br />
era su deber, Enaethel estaba surcando<br />
el ahora. Estaba escrutando, espiando,<br />
acechando los acontecimientos presentes<br />
conforme iban sucediendo, cabalgando<br />
la gran ola del tiempo sobre la cual<br />
viajamos todos. Veía a sus semejantes<br />
por los bosques y saludó mentalmente a<br />
los espíritus de los árboles ancestros<br />
que la vieron con sus sentidos vegetales,<br />
pues los árboles no perciben las cosas<br />
de igual manera que los que caminan<br />
sobre dos piernas. Y también jugueteó un<br />
poco con los espíritus bromistas de los<br />
arroyos y los pantanos, puntos bailarines<br />
de luz que danzan entre las brumas de<br />
los bosques y los lagos.<br />
Expandió un poco más su conciencia<br />
y se separó aún más de su yo físico.<br />
Pudo ver los prados de los hombres<br />
del reino de Bretonia. Vio sus absurdas<br />
vidas lejos de la madre de todos, intentando<br />
forzar la tierra para saquear sus<br />
frutos. Les vio dedicarse a sus quehaceres,<br />
siempre forzando, violando, exigiendo<br />
mediante violencia. Pudo ver los golpes<br />
dados a la tierra para que tomara una<br />
forma determinada y crear surcos por<br />
donde el agua se vería obligada a ir. Vio<br />
a un herrero dar golpes al hierro para<br />
obligarle a tomar cierta forma. Vio a un<br />
carpintero cortando y serrando madera<br />
antaño viva y consciente para obligarla a<br />
ser un instrumento, una herramienta.<br />
Vio a los soldados del conde golpear a<br />
sus semejantes para obligarlos a acatar<br />
sus órdenes.<br />
Y vio al conde que golpeaba la<br />
mesa en la que estaba sentado, riendo la<br />
broma de uno de sus invitados.<br />
Y sus invitados eran...<br />
Enanos.<br />
Enaethel quedó perpleja.<br />
¿Desde cuando había enanos en el castillo<br />
de Quenelles?<br />
La elfa se concentró y dejó libre<br />
su mente de ataduras. Dejó de navegar<br />
por el ahora y se soltó en el mar del tiempo,<br />
de lo que sería, lo que podría llegar a<br />
ser, lo que nunca podría ser y lo que<br />
nunca debió de haber sido. Un estremecimiento<br />
le recorrió su columna al notar<br />
las corrientes del tiempo, el mar de probabilidades,<br />
los miles de millones de<br />
sucesos que estaban ocurriendo en el<br />
mismo instante de tiempo. Sin entretenerse<br />
ni arriesgarse a ser sorprendida<br />
por los que nunca debieron ser, se agarró<br />
al tejido hilado de lo que había visto, y allí<br />
sumergió su mente.<br />
Enanos. Enanos de Karak-Norn.<br />
Una embajada, una expedición<br />
diplomática que exploraba y tanteaba en<br />
busca de posibilidades, de comercio, de<br />
oro. No entendía que veían los enanos<br />
en el oro, y jamás lo entendería. Era una<br />
prueba más de su locura.<br />
Su líder, su nombre. Se le escapaba,<br />
era escurridizo. Su destino no estaba<br />
marcado. Recorrió el retal de tiempo<br />
hacia atrás y allí encontró su nombre<br />
antes de volver al futuro que aún no es.<br />
Krigni el Paciente. Señor de su<br />
clan, sea cual fuera este pues Enaethel<br />
no estaba interesada en ello.<br />
Habían encontrado algo, o lo<br />
iban a encontrar. Algo relacionado con<br />
Athel Loren. Un conocimiento secreto y<br />
peligroso. Una debilidad.<br />
El corazón de Enaethel se estremeció<br />
de miedo y avanzó en el tiempo<br />
que no es. Allí la senda de dividía, pero<br />
todas acababan en un punto: una batalla.<br />
Sangre derramada, ramas partidas,<br />
muerte.<br />
Y de entre una de ellas podía<br />
ver a los enanos celebrando una gran<br />
victoria, bailando y bebiendo alrededor<br />
de una gran hoguera. Y en la hoguera<br />
había... oh, por los Dioses... la hoguera<br />
estaba formada por los caídos del bosque…<br />
El dolor y la pena fueron tan<br />
grandes que entre lágrimas Enaethel<br />
abandonó el tejido del tiempo.<br />
Había que evitar aquello, fuera<br />
como fuera. No podía tener lugar. El<br />
secreto que conocían los enanos sobre el<br />
bosque debía ser enterrado con ellos.<br />
Tenía el poder y tenía la responsabilidad.<br />
Quizás nunca se perdonara por dar<br />
orden de matar, de asesinar, a otros, pero<br />
era necesario.<br />
Rápidamente, subió en su<br />
Corcel y se dirigió a galope a avisar a<br />
cuantos elfos pudiera. Era urgente que<br />
interceptaran a los Enanos...<br />
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