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Lord Jim - Joseph Conrad - Biblioteca Digital de Cuba

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<strong>Joseph</strong> <strong>Conrad</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

-¡Espere! No puedo escucharlo. Tiene que ir a ver al jefe ayudante.<br />

No puedo aten<strong>de</strong>rlo. El hombre que tiene que ver es el capitán<br />

Elliot. Por aquí, por aquí.<br />

Se puso <strong>de</strong> pie <strong>de</strong> un salto, corrió en torno <strong>de</strong>l largo mostrador, tiró,<br />

empujó; el otro se lo permitió, sorprendido pero obediente al comienzo,<br />

y sólo ante la puerta <strong>de</strong> la oficina privada cierto instinto<br />

animal lo hizo retroce<strong>de</strong>r y bufar como un buey asustado:<br />

-¡Oiga! ¿Qué pasa? ¡Suelte! ¡Vamos! -Archie abrió la puerta sin<br />

golpear.<br />

-El capitán <strong>de</strong>l Patna, señor -grita-. Entre, capitán. -Vio que el<br />

viejo levantaba la cabeza <strong>de</strong> unos papeles, con tanta energía que las<br />

gafas se le cayeron; cerró con un portazo y huyó rumbo a su escritorio,<br />

don<strong>de</strong> algunos documentos aguardaban su firma. Pero dice que el estrépito<br />

que estalló allí fue tan horrendo, que no pudo recobrar el dominio<br />

<strong>de</strong> sus sentidos lo suficiente para recordar cómo se escribía su<br />

nombre. Archie es el enganchador más sensible <strong>de</strong> los dos hemisferios.<br />

Declara que sintió como si hubiese arrojado un hombre a un león hambriento.<br />

No cabe duda <strong>de</strong> que el ruido era gran<strong>de</strong>. Yo lo escuché abajo,<br />

y tengo todos los motivos para creer que se lo oyó al otro lado <strong>de</strong> la<br />

explanada, hasta el palco <strong>de</strong> la orquesta. El viejo Elliot tiene un gran<br />

acopio <strong>de</strong> palabras, y sabe gritar; y no le importa a quién le grita. Le<br />

habría gritado al propio virrey. Como solía <strong>de</strong>cirme:<br />

-He llegado tan alto como es posible; mi pensión está segura.<br />

Tengo ahorradas unas libras, y si no les gustan mis i<strong>de</strong>as sobre el <strong>de</strong>ber,<br />

prefiero irme a casa. Soy un hombre viejo, y siempre dije lo que<br />

pensaba. Lo único que me interesa ahora es ver casadas a mis hijas<br />

antes <strong>de</strong> morir.<br />

En ese sentido estaba un poco chiflado. Sus tres hijas eran encantadoras,<br />

se parecían sorpren<strong>de</strong>mente a él, y por la mañana <strong>de</strong>spertaba<br />

con una torva visión <strong>de</strong> las perspectivas matrimoniales <strong>de</strong> ellas;<br />

entonces la oficina se lo leía en la mirada y temblaba, porque, <strong>de</strong>cían,<br />

sin duda aplastaría a alguien antes <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sayuno. Pero esa mañana no<br />

se <strong>de</strong>voró al renegado, sino que, si se me permite seguir con mi metá-<br />

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