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Lord Jim - Joseph Conrad - Biblioteca Digital de Cuba

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<strong>Joseph</strong> <strong>Conrad</strong> don<strong>de</strong> los libros son gratis<br />

disposición muy poco intelectual, Dios lo sabe, pero sin posturas; un<br />

po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> resistencia, ¿verdad?, nada gracioso, si se quiere, pero inapreciable;<br />

una rigi<strong>de</strong>z no pensada y bendita ante los terrores exteriores e<br />

internos, ante el po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> la naturaleza y ante la seductora corrupción<br />

<strong>de</strong> los hombres, respaldada por una fe invulnerable en la fuerza <strong>de</strong> los<br />

hechos, en el contagio <strong>de</strong>l ejemplo, en la solicitación <strong>de</strong> las i<strong>de</strong>as. ¡Al<br />

diablo con las i<strong>de</strong>as! Son vagos, vagabundos, golpean en la puerta<br />

trasera <strong>de</strong> la mente <strong>de</strong> uno, y cada una saca un poco <strong>de</strong> sustancia, cada<br />

una se lleva una migaja <strong>de</strong> esa creencia en unas pocas i<strong>de</strong>as sencillas a<br />

las cuales hay que aferrarse si se quiere vivir <strong>de</strong> manera <strong>de</strong>cente y<br />

morir sin tormentos.<br />

Esto nada tiene que ver con <strong>Jim</strong> directamente. Sólo que por fuera<br />

era tan típico <strong>de</strong> esa buena clase estúpida que nos agrada sentir marchando<br />

a <strong>de</strong>recha e izquierda <strong>de</strong> nosotros, por la vida, <strong>de</strong> la clase que<br />

no se <strong>de</strong>ja conmover por los vagabun<strong>de</strong>os <strong>de</strong> la inteligencia y las perversiones<br />

<strong>de</strong>... <strong>de</strong> los nervios, digamos. Era el tipo <strong>de</strong> individuo a quien<br />

uno, <strong>de</strong> sólo mirarlo, <strong>de</strong>jaría a cargo <strong>de</strong>l puente... hablando en términos<br />

figurativos y profesionales. Digo que yo lo haría, y sé lo que digo.<br />

¿Acaso no eduqué a suficientes jóvenes en mi época, para el servicio<br />

<strong>de</strong>l Trapo Rojo, en el oficio <strong>de</strong>l mar, en el oficio cuyo secreto podría<br />

expresarse en una frase breve, y que sin embargo es preciso volver a<br />

meter todos los días en las jóvenes cabezas, hasta que se convierte en<br />

parte componente <strong>de</strong> cada uno <strong>de</strong> los pensamientos en los momentos<br />

<strong>de</strong> vigilia; ¡hasta que está presente en cada sueño <strong>de</strong> su dormir juvenil!<br />

El mar fue bueno conmigo, pero cuando recuerdo a todos esos muchachos<br />

que pasaron por mis manos, algunos ya crecidos, ahora, y otros ya<br />

ahogados, pero todos ellos buen material marinero, no creo haberme<br />

portado mal con él. Si mañana volviese a mi hogar, apuesto a que antes<br />

que pasaran dos días por sobre mi cabeza, algún joven primer oficial<br />

atezado me alcanzaría a la salida <strong>de</strong> un dique y una voz profunda y<br />

fresca, hablando por sobre mi sombrero, preguntaría:<br />

-¿No me recuerda, señor? ¡Pero si soy el pequeño Fulano <strong>de</strong> Tal!<br />

Tal y cual barco. Era mi primer viaje.<br />

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