16.05.2013 Views

EL CRISTIANISMO PAGANO - No-IP.com

EL CRISTIANISMO PAGANO - No-IP.com

EL CRISTIANISMO PAGANO - No-IP.com

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Y, todavía, muchos cristianos están bajo de la delusión falsa de que es “irreverente” vestirse de ropa informal<br />

cuando uno asista el culto del domingo en la mañana. Esto no es disimilar a cómo las escribas y fariseos<br />

acusaron al Señor y sus discípulos de ser “irreverente” por no seguir la tradición de los ancianos. π<br />

En resumen, a decir que el Señor espera que su pueblo se vista de ropa fina cuando la iglesia se reúna, es<br />

añadir a las escrituras y hablar donde Dios no ha hablado. ♠ Tal práctica es una tradición humana a lo más.<br />

La Vestidura del Clero.<br />

Cambiemos la marcha y veamos el desarrollo de la vestidura del clero. El clero cristiano no se vistió<br />

diferente de la gente <strong>com</strong>ún hasta la llegada de Constantino. ∅<br />

Contrariamente a lo que la opinión pública cree, la vestidura del clero (incluso las “vestimentas eclesiásticas”<br />

de la tradición litúrgica ‘iglesia alta’) no originó con la vestidura sacerdotal del Antiguo Testamento. Más<br />

bien, esta tiene su origen en la ropa secular del mundo Greco-romano.<br />

Clemente de Alejandría (150-215 d.C.) mantuvo que el clero debe ir con ropa mejor que la gente <strong>com</strong>ún. (Ya<br />

por este tiempo, la liturgia de la Iglesia fue considerada un evento formal.) Clemente dijo que la ropa del<br />

ministro debía ser “sencilla” y “blanca.”<br />

El clero había usado el color blanco por muchos siglos. Pareciera que esta costumbre fue adoptada del<br />

filósofo pagano Platón que escribió que “el color blanco era el color de los dioses.” A este respecto,<br />

ambos, Clemente y Tertuliano (160-225) creían que los colores de tono no <strong>com</strong>placían a Dios.<br />

Con la llegada de Constantino, las distinciones entre el obispo, sacerdote y diácono se arraigaron. ψ Cuando<br />

Constantino trasladó su corte a Bizancio y la renombró Constantinopla en el año 330 d.C.), la vestidura<br />

romana oficial fue adoptada gradualmente por los sacerdotes y diáconos. Ahora se identificaba al clero por<br />

vestirse de la ropa de los oficiales seculares.<br />

Después de la conquista del Imperio Romano por los Alemanes desde el cuarto siglo en adelante, la moda de<br />

la vestidura secular cambió. La sotana de mucho vuelo de los Romanos cedió a las túnicas cortas de los<br />

Godos. Pero, el clero, deseando a quedarse distintos de la gente <strong>com</strong>ún, continuaba a llevar las vestiduras<br />

antiguas y arcaicos de los romanos.<br />

Los clérigos llevaron estas antiguas vestiduras durante el culto de la iglesia siguiendo el modelo del ritual de<br />

la corte secular. Cuando los laicos adoptaron el nuevo estilo de ropa, el clero creía que tal ropa era<br />

“mundana” y “barbárica.” Ellos retuvieron lo que ellos consideraron ser una vestidura “civilizada”. Y, esto<br />

es lo que pasó con las vestimentas clericales. Esta práctica fue apoyada por los teólogos de aquel tiempo. Por<br />

ejemplo, Jerónimo (347-420) <strong>com</strong>entó que el clero jamás debe entrar al santuario con ropa ordinaria.<br />

Del quinto siglo en adelante, los obispos llevaban el color morado. En los siglos 6 y 7, la vestidura del clero<br />

llegó a ser más detallada y costosa. Al principio de la Edad Media, la ropa adquirió unos significados<br />

ψ “ La vestidura del obispo fue la sotana antigua de un magistrado romano.” Edwin Hatch, La Organización de las Iglesias<br />

Primitivas (London: Longman’s Green y Co, 1895), p. 164. La vestidura del obispo indicaba una estructura de casta específica.<br />

Incluía una manta sudadera blanca y orlada (mappula), y sandalias negras, campagi, y undones o medias blancas. Esto fue la<br />

vestidura de los magistrados romanos. (Pablo Jonson, Una Historia del Cristianismo, Nueva York: Simón y Schuster, 1976, p.<br />

133).

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!