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LA ESTACIÓN DOWNBELOW

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Todo estaba dispuesto para la aproximación final y la Norway fue reduciendo<br />

gradualmente su velocidad, a la vez que los paneles de protección del cilindro<br />

interior iban cerrándose, dejando toda la estructura dispuesta para el atraque<br />

junto a la plataforma en la que se advertía el febril movimiento del personal<br />

encargado de las operaciones. El cono de la nave enfiló fácilmente el punto de<br />

atraque y sintieron el tirón característico del último impulso de la sonda viendo<br />

como se abrían ante sí los accesos a Pell.<br />

—Ningún problema en el acoplamiento —dijo Graff—. La policía de la<br />

estación cubre ya todo el lugar.<br />

—Atención, hay un mensaje —anunció el lugarteniente—. El comandante de<br />

la estación Pell a la Norway: Se recaba la colaboración de los técnicos militares<br />

en las oficinas instaladas para facilitar el proceso de datos de sus<br />

instrucciones. Hasta ahora se ha procedido de acuerdo a sus indicaciones.<br />

Saludos del comandante a la capitana Mallory.<br />

—Respuesta: La Hansford va a iniciar el desembarco, pero con graves<br />

problemas para mantener con vida a quienes están en peores condiciones y<br />

con peligro de reacciones incontrolables. Manténganse alejados. Fin de<br />

transmisión.<br />

—Graff, póngase al mando de la operación de desembarco; y usted, Di, sitúe<br />

inmediatamente las tropas sobre la plataforma.<br />

Signy, tras dar aquellas órdenes se levantó y cruzó todo el puente, pasando<br />

por delante de las estrechas y arqueadas estructuras de las salas de mandos<br />

hasta llegar al pequeño compartimento que le hacía las veces de oficina y de<br />

ocasional dormitorio. Abrió el armario y descolgó un chaleco metiéndose una<br />

pistola en el bolsillo. No era un uniforme. Probablemente, nadie en la Flota<br />

vestía conforme a las ordenanzas, lo que puede dar una idea del pésimo<br />

equipamiento que llevaban soportando durante mucho tiempo. La insignia de<br />

capitana, colgada al cuello, era lo único que diferenciaba su indumentaria de la<br />

del patrón de cualquier mercante. Y las tropas no iban mejor uniformadas,<br />

aunque sí blindadas. Esto era algo esencial que se preocupaban, a toda costa,<br />

de mantener en perfecto estado. Luego, se apresuró a bajar hacia el ascensor,<br />

que estaba en la planta inferior, cruzando entre las tropas que Di Janz había<br />

ordenado que se dirigiesen a la plataforma, armadas hasta los dientes,<br />

saliendo por el tubo de acceso al ancho y frío espacio abierto.<br />

Toda la enorme plataforma era suya, y le ofrecía la perspectiva de su<br />

ascendente curvatura, con los arcos de la sección desapareciendo como bajo<br />

un telón conforme el borde curvo de la estación giraba a la izquierda hacia el<br />

gradual horizonte. A la derecha, la vista se detenía en una valla circular. En el<br />

lugar no había más que el personal estrictamente necesario para las<br />

operaciones de atraque y las grúas. El puesto de policía y las oficinas<br />

provisionales para el proceso de datos estaban bastante alejados de la<br />

Norway. No había trabajadores nativos porque allí, en aquellas circunstancias,<br />

no se juzgó conveniente. Toda la plataforma estaba sembrada de papeles,<br />

trastos e incluso pequeñas prendas de vestir que evidenciaban lo apresurado<br />

de la evacuación. Las oficinas y las tiendas que se levantaban a ambos lados<br />

de la plataforma estaban vacías y el noveno pasillo, que discurría por el centro<br />

de la plataforma se hallaba sucio y solitario. La voz grave y profunda de Di Janz<br />

producía un extraño eco entre las estructuras metálicas de la plataforma como<br />

si quisiesen reiterar la orden de que se desplegasen las tropas por toda la zona<br />

de atraque de la Hansford.

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