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LA ESTACIÓN DOWNBELOW

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—No se preocupe, señor —le dijo Kressich, y se alejó, mortalmente fatigado<br />

y asustado.<br />

Coledy estaba allí, con otros más, esperándole junto al acceso del corredor<br />

noveno. Enseguida se acercaron otros más, de peor catadura que los primeros,<br />

y Kressich sintió una oleada de temor, pensando que no podría convencerlos.<br />

Ahora no le importaba nada, excepto vivir, y estar al frente de la fuerza y no<br />

debajo. Les vio alejarse para utilizar el terror a fin de coaccionar a los inocentes<br />

y reunir a los peligrosos en sus propias filas. Sabía lo que había hecho y le<br />

aterraba. Se mantuvo silencioso, porque si tenía lugar una segunda revuelta, él<br />

no podría librarse. Estaría metido de lleno: ellos se encargarían de que así<br />

fuera.<br />

Prestó su apoyo, haciendo uso de su dignidad, su edad y el hecho de que<br />

algunos conocían su rostro. Gritó instrucciones y pronto la gente empezó a<br />

dirigirse a él con respeto, llamándole consejero Kressich. Escuchó sus quejas,<br />

sus temores y las causas de su enojo hasta que Coledy le rodeó de una<br />

guardia que protegiera a su preciado testaferro.<br />

En menos de una hora las plataformas estaban despejadas y los grupos<br />

autorizados dominaban la situación. Y adondequiera que fuese, la gente<br />

honrada le trataba como a un jefe.<br />

IX<br />

Pell: 5/22/52<br />

Jon Lukas se acomodó en el asiento del consejo que su hijo Vittorio había<br />

ocupado por delegación durante los tres últimos años. Tenía el semblante<br />

hosco. Acababa de enfrentarse a una crisis familiar, y había perdido tres<br />

habitaciones de las cinco que contaba su vivienda, para acomodar a dos<br />

primos Jacoby y sus esposas. Uno de los matrimonios tenía niños que<br />

aporreaban la pared y lloraban. Los obreros habían apilado sus muebles en el<br />

poco espacio propio que le quedaba... ocupado hasta poco tiempo antes por su<br />

hijo Vittorio y su amiga de turno. Aquello sí que había sido un buen retorno al<br />

hogar. Llegó a un rápido arreglo con Vittorio: la mujer se marchó y él se quedó<br />

allí, pues la posesión de un apartamento y una cuenta para gastos le parecía<br />

mucho mejor y más importante que ser transferido a la base de Downbelow,<br />

donde buscaban activamente voluntarios jóvenes. El trabajo físico, y sobre todo<br />

en la superficie lluviosa de Downbelow, no era del gusto de Vittorio. En su<br />

calidad de «hombre de paja» había sido útil en la estación, votó como le<br />

dijeron, dirigió las cosas como se lo indicaron, evitó que la compañía Lukas se<br />

sumiera en un caos y hasta tuvo suficiente buen sentido para resolver por sí<br />

mismo pequeños problemas y asesorarse bien sobre los importantes. Lo que<br />

había hecho con la cuenta para gastos era otro asunto. Tras adaptarse al<br />

horario de la estación, Jon se había dedicado a revisar los libros de personal y<br />

las cuentas.<br />

Ahora estaba en funcionamiento una especie de señal de alerta,<br />

desagradable y urgente, y al igual que otros consejeros, había ido allí a causa<br />

del mensaje que convocaba a una reunión especial. El corazón aún le palpitaba<br />

intensamente por el esfuerzo. Tecleó la consola del ordenador y abrió el micro,

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