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LA ESTACIÓN DOWNBELOW

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parecía inspirarles confianza. Una brigada especial estaba desamarrando la<br />

Hansford, ya que en aquella plataforma no tenían más que cuatro amarraderos.<br />

La capitana Mallory midió con los ojos el espacio que la estación les había<br />

concedido: cinco niveles de dos secciones y dos plataformas. Tendrían que<br />

estar hacinados pero se podían arreglar durante cierto tiempo. Podrían instalar<br />

algunos barracones. Y no tardarían en estar aún más apretados. Desde luego,<br />

lujos no iban a tener. No eran los únicos refugiados que se habían encontrado<br />

prácticamente a la deriva en el espacio. Eran, simplemente, los primeros. Así<br />

que estaba muy claro que tenía que cerrar la boca y conformarse.<br />

Todo parecía tranquilo cuando ocurrió el incidente con uno de los tripulantes<br />

del Dinah: alguien trató de arrestarle al darse cuenta de que estaba armado.<br />

Murieron los dos. Y cundió la histeria entre todos los pasajeros.<br />

Signy observó la escena sin más reacción que un rictus de cansancio y un<br />

movimiento de cabeza tras el que ordenó que los cuerpos fuesen lanzados al<br />

espacio junto con los demás cadáveres, mientras que Konstantin se le<br />

acercaba realmente furioso.<br />

—Ley marcial —se limitó a decirle Signy, no dándole opción a discutir y<br />

alejándose del lugar.<br />

Sita, Pean, Little Bear, Winifred: Llegaron con una agonizante lentitud,<br />

desembarcaron a los refugiados con todos sus efectos personales y cumplieron<br />

con todas las formalidades oficiales. Una vez concluidas, Signy, abandonó la<br />

plataforma, regresó a la Norway y tomó un buen baño. Tuvo que restregarse<br />

tres veces con la manopla antes de empezar a sentir que no olía igual que el<br />

lugar que acababa de abandonar.<br />

La estación se adentraba ya en la noche; y, con ella, las quejas y peticiones<br />

cesaban cuando menos durante unas horas. De todas formas, el relevo<br />

nocturno de la Norway se abstenía a comunicárselas a la capitana.<br />

Iba a tener consuelo durante la noche, una fugaz compañía. Era como un<br />

resto más del desastre de Russell y de Mariner, pero no había sido<br />

transportado en las otras naves. Y él lo sabía y lo agradecía.<br />

—Ahora ya te puedes ir —le dijo Signy, mirando de frente a quien yacía a su<br />

lado, sin recordar su nombre.<br />

Aquel nombre se confundía en su memoria con el de muchos otros; y, a<br />

veces, se equivocaba al llamarle, sobre todo cuando era tarde y estaba medio<br />

dormida. Y a él no parecía darle importancia y se limitaba a parpadear, como<br />

indicando que aceptaba los hechos. A Signy le intrigaba su rostro que mostraba<br />

un cierto aire de inocencia. Los contrastes la intrigaban. La belleza, también.<br />

—Tienes suerte —le dijo Signy.<br />

Él, reaccionó ante aquellas palabras de la misma manera que reaccionaba<br />

ante casi todo. Se limitó a mirarla con fijeza un poco ausente. En Russell, se<br />

habían entregado más de una vez a juegos mentales. En ocasiones había en<br />

ella una cierta sordidez, una necesidad de hurgar en las heridas, como si se<br />

entretuviese en realizar pequeños crímenes para olvidar otros mayores, como<br />

si se abandonase a un cierto terror para borrar de su mente los horrores del<br />

exterior. Había pasado muchas noches con Graff, con Di, con cualquiera que<br />

se instalase en su fantasía. No solía mostrar aquella faceta de su personalidad<br />

a quienes valoraba, ni a los amigos, ni a su tripulación. Pero a veces, en viajes<br />

como aquél, se cernía sobre ella como una sombra negra. Era una enfermedad<br />

común en la Flota, en el encierro de aquellas naves, sin ninguna válvula de<br />

escape, con un poder absoluto sobre las mismas.

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