terminante dice que @se $zt,is mnnibis Ka6ilzc eodem indulunz ...

G.
sidades, ya los nuevos desvaríos: de lo cual son testimonio so-
lemne y oficial todas las Encíclicas que, con asombro de todas
las escuelas filosóficas y politicas de nuestros días, va publi-
cando el Papa Le6n XIII en cuantas ocasiones se le van ofre-
ciendo, para ocuparse de la constituci6n de los poderes públi
cos y de las relaciones entre la Iglesia y el Estado (1).
En la corte de Gregorio IX Ram6n se hacia' lodo para todos;
las penitencias que acoslumbraba imponer á su augusto hijo espiritual,
de quien era por otra parte, f~milia~issimtcs et conci-
Ziarius secrellcs, consistía en que «despachasse misericordiosainenlc
á los pobres que, por serlo, no podían salir con lo que
pretendían. Y recibiéndola el Pontífice con devoci6t1, encargaua
luego al Santo los despacliassc luego sin tardanca segun
sil prudencia> (2). Y hacía la voluntad de todos en cuanto era
compatible con lo delicado de los cargos que estaba ejerciendo:
detodos era admirado y bendecido, ya por las raras prendas y
extraordinarias que parecfan connaturalizadas en su persona,
ya porque la puhlicaci6n de las Decretales hizo más extensa
la fama de su saber que atraves6 los espacios y los mares, según
se desprende de una extensa consulta que del fondo de
Inglalerra le dirigib el Obispo de Lincoln, carta que no puede
leerse sin enternecimicnto y sin admirar con gusto, cuán á
fondo amaba y con cuánto entusiasmo ponderaba lo mucho
que valia el gran penitenciario, á quien sin embargo no conocía
personalmcntc , sino por sus obras y por sus virtudes (3).
Y su nacimiento. y sus obras y sus virtudes le hacían acreedor
con sobrada justicia, á las más elevadas recompensas, por
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(1) Vbanse las Bnciclieas InescruloBili