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aC. Al perder en Italia, Quinto se refugió<br />
en <strong>Hispania</strong>, continuando la guerra<br />
contra el gobierno de Roma y estableciendo<br />
todo un sistema de gobierno con<br />
capital en Osca (Huesca). Finalmente,<br />
fue Pompeyo quien, tras varios intentos<br />
de incursión en <strong>Hispania</strong>, terminó con<br />
Quinto Sertorio utilizando más la intriga<br />
política que la fuerza militar.<br />
Julio César invadirá unos años<br />
después <strong>Hispania</strong> como parte de su<br />
guerra contra Pompeyo por el poder en<br />
Roma. Para entonces, Pompeyo se había<br />
refugiado en Grecia, y lo que César<br />
pretendía era eliminar el apoyo a Pompeyo<br />
en occidente y aislarle del resto<br />
del imperio. Sus fuerzas se enfrentan a<br />
las pompeyanas en la batalla de Ilerda<br />
(Lérida), obteniendo una victoria que le<br />
abriría las puertas a la Península. Finalmente,<br />
las fuerzas de Pompeyo serían<br />
derrotadas en Munda en 45 aC. Un año<br />
más tarde, Julio César sería asesinado a<br />
las puertas del Senado de Roma, y su sobrino-nieto<br />
Cayo Julio César Octaviano,<br />
tras una breve lucha por el poder contra<br />
Marco Antonio, fue nombrado cónsul<br />
para, posteriormente, ir acumulando<br />
poderes que finalmente conducirían a<br />
la agonizante república romana hasta el<br />
imperio.<br />
Guerras Cántabras:<br />
<strong>Hispania</strong><br />
Romanizada<br />
“En el Occidente estaba ya en paz casi<br />
toda <strong>Hispania</strong>, excepto la parte de la<br />
Citerior, pegada a los riscos del extremo<br />
del Pirineo, acariciados por el océano.”<br />
Floro, historiador romano del siglo I.<br />
Los enfrentamientos mantenidos por Roma<br />
contra los diversos pueblos del Norte hispánico<br />
(cántabros y astures principalmente) representaban<br />
la culminación de la larga conquista<br />
de la Península Ibérica. La resonancia<br />
de estas guerras sobrepasó a la de gran parte<br />
de las emprendidas por el Estado Romano a<br />
lo largo de su historia. La razón de ello no<br />
hay que buscarla en el ámbito estrictamente<br />
militar, sino en el alcance político que se le<br />
concedió a la conquista del Norte peninsular,<br />
única operación dirigida personalmente por<br />
el emperador Augusto.<br />
Así comienza Floro su relato<br />
para narrar los hechos acaecidos en una<br />
contienda que hizo que el propio emperador<br />
romano César Augusto, abriera<br />
las puertas del templo de Jano, en señal<br />
de combate total, y se desplazara<br />
en persona desde Roma hasta tierra de<br />
cántabros.<br />
Dos años después de comenzada, en<br />
el 27 aC. y en plena campaña militar,<br />
se produce un hecho determinante. La<br />
península ibérica se divide en tres provincias,<br />
en vez de las dos que se conocían<br />
hasta entonces. <strong>Hispania</strong> queda así<br />
dividida en La “Bética” o “Ulterior”, la<br />
Lusitania, de nueva creación, y la Citerior<br />
o Tarraconense. Al mismo tiempo<br />
se da la circunstancia de que Asturiae<br />
y Gallaecia (Asturias y Galicia) quedan<br />
encuadradas en la provincia de Lusitania,<br />
mientras que Cantabria queda encuadrada<br />
en la provincia Citerior, bajo<br />
el control directo del emperador César<br />
Augusto que se presenta, precisamente<br />
ese mismo año, en tierras cántabras.<br />
Este hecho implica expresamente que<br />
Cantabria no se consideraba aún una<br />
tierra pacificada y que, para serlo, necesitaba<br />
tropas bajo el gobierno del legatus<br />
augusti propaetore (gobernadores<br />
de la región, representantes de la máxima<br />
autoridad, vamos). Años antes del<br />
comienzo de las Guerras Cántabras, el<br />
ejército romano ya tenía conocimiento<br />
del carácter guerrero de los pueblos del<br />
norte de la Península. Existe constancia<br />
de que participaron en la guerra de los<br />
cartagineses contra Roma durante la Segunda<br />
Guerra Púnica. En el ejército de<br />
Aníbal ocupaban el primer lugar entre<br />
la multitud hispana los entonces indómitos<br />
cántabros, según lo manifiestan<br />
Silio Itálico, y Quinto Horacio Flacco.<br />
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