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Giobany Arévalo > Gabriela Torres Olivares >Anuar Jalife - Literal

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La primera vez que leí un cómic fue a escondidas, a los<br />

ocho años. Mi abuela Pita coleccionaba La Novela Semanal<br />

y confi eso que esta fue mi primera lectura hedonista:<br />

una mujer infi el que, por la carga de moralidad pedagógica<br />

que identifi ca (aún) dichas publicaciones, acababa<br />

muy mal. A escondidas disfruté del placer de tales lecturas:<br />

personajes femeninos subyugados y la didáctica<br />

complejidad heteronormativa de la clase popular. Con la<br />

evolución de mi demanda intelectual, busqué otras historias<br />

que no fueran tan predecibles y, en la infantil (prohibida)<br />

investigación, encontré El Libro Vaquero, Condorito,<br />

La Novela Policíaca, Así Soy ¿Y qué?, Lágrimas y<br />

Risas, entre otras de la vasta biblioteca de mi abuela. Un<br />

poco cansada de esconder mis vicios lectores, comencé<br />

a comprar historietas que fueran más acordé a mi edad:<br />

Memín Pinguín, Capulinita y Archie fueron los primeros<br />

títulos de una biblioteca propia. Disfruté de la lectura<br />

social con mis vecinitos del entonces, en lo que yo creía<br />

el primer círculo de lectura del mundo, cuya sede era la<br />

banqueta de mi cuadra. Compartíamos y canjeábamos<br />

Capulinitas, platicábamos de las aventuras y simulábamos<br />

ser los personajes. Olvidé el vilipendio, la infi delidad,<br />

el llanto y la desgracia de mis primeras lecturas<br />

para enfocarme en los problemas menos comunes de<br />

mis nuevos héroes. Y así los héroes sólo fueron cambiando<br />

de nombre hasta el presente. Mi infancia estaba lejos<br />

del Manga o el Estilo Americano y cuando llegaron a mi<br />

espacio, la lectura con dibujos era sólo la de las novelas<br />

gráfi cas o de los cartoneros como Trino y Gis.<br />

Dicen que una siempre vuelve a las raíces (eBay o<br />

librerías de viejo). Y que los clásicos son aquellos que<br />

releemos infi nidad de veces con diversas percepciones.<br />

He vuelto: busco entre monos la primera lectura hedonista<br />

que tuve una tarde en casa de mi abuela. Y quiero<br />

hacerlo a escondidas.<br />

<strong>Gabriela</strong> <strong>Torres</strong> <strong>Olivares</strong><br />

Escritora<br />

Imágenes cortesía de Marvel Comics México<br />

Nunca he leído un cómic. O al menos nunca uno completo.<br />

Y esto no se debe a que sienta alguna animadversión<br />

por este género, considerado materia de freaks.<br />

Por el contrario, mi relación con el cómic ha sido siempre<br />

la de una admiración velada. Como con muchas otras<br />

cosas, mi primer contacto con él fue a través de una pantalla.<br />

Ahí descubrí a estos nuevos héroes, nuevas máscaras<br />

contemporáneas. Si no ¿quién, por ejemplo, no ha<br />

reconocido la venganza en The Punisher antes que en<br />

Dumas?, ¿o el arrebato de ira en Wolverine antes que en<br />

Ajax? Así, cuando vi por primera vez a uno de estos personajes<br />

que yo imaginaba exclusivos de la televisión, sentí<br />

el azoro de quien acude a la fuente original. Y es que<br />

el cómic se ha vuelto material de una erudición alterna.<br />

Tal como se retrata en innumerables series, el cómic es<br />

capaz de convocar a congresos multitudinarios, generar<br />

especialistas y hacer de sus números verdaderos incunables<br />

pero, sobre todo, ha tenido la capacidad de forjar<br />

clásicos contemporáneos. Habría que repensar el cómic<br />

y acudir a él sin el prejuicio genérico. Yo, ahora que lo<br />

pienso, creo estar más cerca de los cómics de lo que<br />

creía. Hace un año, por ejemplo, me encontraba en la<br />

conferencia de una leyenda –cuyo nombre penosamente<br />

no recuerdo– del Grupo Editorial Vid, la casa editora de<br />

cómics más importante de México. Las miradas se detenían<br />

en él, incrédulas y distantes. Puse atención en su<br />

ropa y en su peinado, parecían inverosímiles: demasiado<br />

colorido (rojos, verdes, azules) y un copete tremendo.<br />

Era risible que este hombre pareciera personaje de sus<br />

historietas. Entonces nos vio a nosotros, los “serios”, en<br />

otro lugar común: grises, negros, marrones, disfrazados<br />

de Kafka, y comprendí que nos ligaba la misma nostalgia<br />

de la fi cción.<br />

<strong>Anuar</strong> <strong>Jalife</strong><br />

Escritor y director de la revista Los perros del alba<br />

OTOÑO, 2009 LITERAL. VOCES LATINOAMERICANAS 21

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