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Empresarialmente OCTUBRE 2012

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HISTÓRICAMENTE<br />

A pesar del fracaso de Serdán, dos<br />

días después comenzó el movimiento<br />

revolucionario, que ya nadie pudo detener.<br />

nio a pedir instrucciones al señor Madero, no tenía miedo de<br />

perder la vida en la revolución.<br />

Pasaron varias horas sin que escuchara pasos en las habitaciones<br />

de la casa. Dudó en salir. A ciegas verificó la carga de<br />

su pistola y los cartuchos que guardaba en el pantalón. Pensó<br />

en esperar un momento más, pero la oscuridad y el silencio<br />

no eran nada hospitalarios. El frío, además, le dificultaba la<br />

respiración y aumentaba el dolor de los huesos. De pronto le<br />

vino un ataque de tos que trató de ahogar poniéndose una<br />

mano en la boca. Sintió entonces, que el aire le faltaba, necesitaba<br />

toser otra vez y otra vez y otra vez. Necesitaba salir ya<br />

no aguantaba más. Movió con cuidado una pierna, los músculos<br />

le reclamaron tanta inmovilidad. Lo soportó. Abrió con<br />

cuidado las maderas que, ocultas bajo una pequeña alfombra,<br />

lo habían protegido por tantas horas. El piso de su recámara<br />

crujió por un momento.<br />

El ruido despertó a Porfirio Pérez quien se apresuró a tomar<br />

la pistola que entre el leve sueño había dejado caer entre sus<br />

piernas. Se levantó y observó el movimiento de la alfombra<br />

que cubría parte del piso de la recámara. Un escalofrío reco-<br />

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rrió su cuerpo. No sin dificultad, Aquiles se asomó. De pronto<br />

un sonido fuerte recorrió cada una de las habitaciones. El<br />

disparo había sido certero. El cuerpo de Aquiles Serdán cayó<br />

sin vida en el mismo sitio que había sido su refugio. El reloj<br />

marcaba las dos de la mañana del 19 de noviembre de 1910.<br />

Doña Carmen Alatriste, Filomena del Valle y Carmen Serdán<br />

esperaban en sus celdas. Al tercer día, su celador llegó<br />

para informarles que las iban a interrogar. Salieron las<br />

tres en fila, al pasar por el patio de la prisión, el gendarme<br />

ordenó voltearan a su derecha. Carmen Serdán, en franca<br />

rebeldía volteó hacia la izquierda. Doña Carmen ni siquiera<br />

movió una pestaña. Filomena, en cambio obedeció. Se quedó<br />

pasmada ante lo que sus ojos veían. No aguantó el dolor<br />

y sin darse cuenta, se desvaneció. Los cuerpos de Aquiles y<br />

Máximo Serdán se encontraban en exhibición en la Penitenciaría.<br />

Días después fueron llevados a recorrer las calles de<br />

Puebla para demostrar lo que les pasaba a los revoltosos. A<br />

pesar del fracaso de Serdán, dos días después comenzó el<br />

movimiento revolucionario, que ya nadie pudo detener.<br />

Correo electrónico: alejandro_rosas@infosel.net.mx

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