LA INDEPENDENCIA

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fruto que se espera. Sus traiciones de bo y, mañana seran asuga-
das. Lo que juzga su prosperidad. su ruina ha de ser; y de la mag-
nitud de su grandeza actual descenderá a lo más profundo de la
miseria y del descrédito: y como pot malos medios bace lo que
haciendo está, aun la gratitud habrâ de serle negada y de sus triun-
fos se avergonzarán nuestros descendientes.
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Con aquellas palabras de D. Joaquin, que las di;o con voz grave
y conmovida, Marcos deó de son reirse y hubiérase puesto triste
y melancólico a habérselo su naturaleza permitido.
—Varnos, D. Joaquin,—replicó Marcos,—la cosa no es para
tanto, y quien a usted le oyese, creerla que niega que Dios no sabe
hacer cosas derechas pot sendas que parecen torcidas.
De qué podemos quejarnos?
Nuestros insurgentes hicieron cuanto les fué posible para dar
independencia y libertad a nuestros compatriotas.
Quiso su mala suerteque muriesen antes de verconcluida su obra,
pero cno es acaso a su obra a la que D. Agustin está dando feliz
térniino?
Sin los once años de lucha que lievamos. cree usted que Iturbide
podrIa haber hecho lo que está haciendo
No pot cierto. amigo D. Joaquin.
Gracias a nosotros. y digo nosotrus. porque tanto usted corn') Yo
tenemos la gloria de haher formado pane de las tropas insurgentes,
nuestros compatriOtaS han perdido el miedo a la palabra indepen-
dencia, y la prueba es que hoy dia la pronuncia y proclama el clero
secular y regular sin que Se le quemen ni amarguen los labios.
Que en la lucha insurgente el clero fué nuestro más tremendo
enemigo v boy es quien continia y realiza nuestra idea, es verdad:
pero, y qué? jiene algo de censurable el que al tin se haya con-
vencido de que nosotros v no dl renlamos razón?
Dice usted con amargo sarcasmo, que vamos a hacer nuestra in-
dependencia con un ejército de sacristanes y monaguillos: mayor
gloria para nosotros, primero porque al tin los desmontamos de su
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