LA INDEPENDENCIA
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de asestar a un hombre traidora puñalada, pueden ser capaces de<br />
todo, hasta de haber asesinado también al doctor.<br />
j lrnposible! imposible! imposible!<br />
;Verdad, Dios mb, que es irnposible?<br />
No, tti no puedes haber permitido un exceso tal en ci crimen.<br />
El doctor es un noble e hidalgo caballero que cornprende como<br />
nadie tus preceptos de caridad y arnor a! prójimo.<br />
• Los buenos como éi pueden ser probados en su bondad, pero no<br />
por ella castigados.<br />
iDios mb, que yo sepa lo que ha sido de el!<br />
Aqul ilegaba D. Joaquin en su ferviente oración, cuandb entró<br />
pálido y demudado José, ci criado del doctor.<br />
—Al tin voy a saber de dl,—exciarnó Lizardi radiante de gozo,<br />
y notando hi palidez y sobresalto del criad, preguntó<br />
—Que es eso, José? que te ha pasadoe qué tienes?<br />
—Señor,—dijo ci pobre hombre,—dónde está mi señor?<br />
—Cómo! ;no lo sabes tá?<br />
—No, señor, nada sé; pero usted...<br />
—Qué he de saber si no he salido de aquI hace tres dIas? Pero,<br />
por Dios, José, qué es lo que pasa?<br />
—Pasa, señor, que en estos momentos están cateando la casa del<br />
señor.<br />
—Cateando? quiénes<br />
—La autoridad, señor: los alguaciles, la tropa. todo ci rnundo,<br />
señor, isi aquello es Un cuartel!<br />
—Pero por qué? qué causa?...<br />
—No sé, señor: yo estaba fuera por casualidad, y al vo-Iver vi la<br />
tropa y me asusté y no quise entrar, y en la caile vi que buscahan<br />
a un medico conspirador y mason...<br />
—No hay duda - exclamó D. Joaquin con desesperaciOn. Mis<br />
temores salen ciertos. iel doctor está perdido!<br />
XXIV<br />
El áltimo ateniado que los españoles hubieron de cometer en la<br />
persona de sus vireyes. estuvo muy lejos de producir los efectos.