LA INDEPENDENCIA
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—Será usted tan poco generoso que pretenda quejarse de nosotros?—preguntó<br />
la voz que yo supuse del oficial.<br />
Y el preguntado contestó:<br />
—Nada menos que eso, y por segunda vez inc ofenden ustedes:<br />
pero necesito de toda precision ver al comandante, y como debo<br />
seguir la misma dirección que sin duda ha seguido el fugitivo, pudieran<br />
ustedes 6 sus compañeros tomarme por él y jugarme una<br />
Aiala pasada.<br />
Dicha esta ultima palabra, ninguna otra voivió a Ilegar a mis<br />
(,d0S.<br />
Yo no podia continuar en la dificil situación que guardaba.<br />
Después de inauditos esfuerzos, consegui cogerme delas barillas<br />
de hierro que servIan para mantener voiada la cortina de so! de la<br />
ventana, trepé sobre ci poyo destinado a contener macetas, y volvi<br />
a entrar en la habitaciOn en que habia tropezado con la cuna.<br />
Un grito de horror se escapO de mis labios.<br />
• Por la abertura de la puerta que comunicaba las dos piezas que<br />
yo habia atravesado, distingui las luces que al venir de la oscura<br />
cajle me deslumbraron.<br />
Las produclan cuatro gruesos blandones de cera, ardiendo a la<br />
cabecera y a los pies de un miserable iecho en que un cadaver dormia<br />
su Ultimo sueño!<br />
XIX<br />
D. Joaquin continuO retriendo su aventura de la siguiente<br />
manera:<br />
Me encontré enteramerite solo en aquella casa compuesta de las<br />
dos tnicas piezas que Va inc eran conocidas.<br />
Todo revelaba en ellas la más absoluta miseria, pobreza y es-<br />
CaSez.<br />
Quise retirar mi vista del cadaver y busqué a la criatura a quien<br />
impensadamente habia yo derribado de su cuna.<br />
Aill estaba la cuna, pero no la criatura.<br />
Me estremecI de pavor: aquella noche fatal , no ful dueño de ml<br />
m ismo<br />
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