Diálogo entre Cilenia y Selanio sobre la vida - H-Net
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228 JOSÉ LUIS MADRIGAL Cervantes<br />
El idiolecto establece su identidad mediante <strong>la</strong> repetición involuntaria;<br />
el estilo, cualquier estilo, está expuesto, en cambio, a<br />
los vaivenes del gusto—o capricho—de cada uno. Dentro de <strong>la</strong>s<br />
reseñas que se hicieron al libro de Eisenberg, Anthony Close rechazaba<br />
<strong>la</strong> atribución del “D <strong>entre</strong> C y S” porque, según él, los<br />
“paralelismos ideológicos” esgrimidos por Eisenberg apenas exhibían<br />
<strong>entre</strong> sí “stylistic links” y, más bien, subrayaban el contraste<br />
<strong>entre</strong> <strong>la</strong> elegante prosa cervantina y el estilo chapucero (“rambling<br />
and diffuse”) del autor anónimo: “Quite simply, Cervantes<br />
writes much, much better than the author of the dialogue and<br />
the difference in quality can be measured by Cervantes’s pithy<br />
and artistic handling of conncinitas” (307). Close ilustraba esta<br />
supuesta falta de calidad literaria del “<strong>Diálogo</strong>” con el siguiente<br />
ejemplo extraído del estudio de Eisenberg:<br />
tendidos en el b<strong>la</strong>ndo heno, no echan menos <strong>la</strong>s ricas y abrigadas<br />
cortinas ni los toldados aposentos, sirviéndoles de lo<br />
uno y de lo otro el cóncavo convés del cielo y los verdes y<br />
hojosos árboles (12:10–12)<br />
No sé—ni me interesa en estos momentos—juzgar si esta<br />
frase resulta feliz estilísticamente, pero de lo que sí estoy seguro<br />
es que pertenece al idiolecto de Cervantes. Véanse en negrita los<br />
“links” verbales con el corpus cervantino:<br />
D <strong>entre</strong> C y S<br />
tendidos en el b<strong>la</strong>ndo heno,<br />
no echan menos <strong>la</strong>s<br />
ricas y abrigadas cortinas ni<br />
los toldados aposentos, sirviéndoles<br />
de lo uno y de<br />
lo otro el cóncavo convés<br />
del cielo y los verdes y hojosos<br />
arboles (12:10–12)<br />
Corpus cervantino<br />
tendidos en el suelo, sirviéndoles<br />
de bufete <strong>la</strong> tierra y de <strong>sobre</strong>mesa<br />
sus capas (“La ilustre<br />
fregona” 419)<br />
Lo que ordenó fue le pusiesen<br />
en un aposento abrigado donde le<br />
dejasen sosegar (“Las dos doncel<strong>la</strong>s”<br />
469)<br />
gran cantidad de verdes y hojosos<br />
árboles (Persiles II, 10; 208)