VE-01 ABRIL 2014
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A cup of café con leche, my darling?<br />
Y se despachó a gusto. Así, después de haberlo ensayado alguna docena<br />
de veces, la mujer del ex primer mandatario Español sintió que había<br />
representado de la mejor manera posible a su país, a su ciudad y a sus<br />
votantes (bueno, a los votantes de su sucesor, que es casi lo mismo...). El<br />
caso es que ella estaba con su mejor peinado, con su mejor cara y con el<br />
noventa y uno por ciento de apoyo popular. Y el más popular de los<br />
apoyos, el de los lobbies del mundo, le dio la espalda.<br />
Ana estaba que no cabía en sí misma antes de la decisión fatal. «Los<br />
turcos no tienen ni idea, los nipones van a tener que esperar como nos<br />
tocó a nosotros», pensaba encantada. Exultante y para nada nerviosa<br />
compartía impresiones con Alberto, con Felipe, con Pau. El momento<br />
culmen de su carrera profesional, que no política, había llegado y nada<br />
podía arruinarlo. Todo parecía estar bajo control, un control que solo su<br />
marido con la sencillez y tranquilidad de sus palabras había podido<br />
enseñarle y que ella había aprendido a entender desde lo profundo de<br />
su corazón. «¡Nada puede con los grandes de España, vamos a<br />
triunfar!». El momento de la primera votación, del primer eliminado, ese<br />
que tenía que pasar desapercibido para transformarse en emoción una<br />
hora después, ese estúpido paso transmutó la cara de Ana.<br />
Oyó mil voces después del fatídico «eliminated». Voces de su interior,<br />
voces de sus recuerdos, la voz de su marido, de su presidente, de sus<br />
compatriotas heridos, de su seguidores, la voz de apoyo de muchos;<br />
voces que se confundían con las de ese falso nueve por ciento, ese<br />
nueve por ciento infinito que ahora mismo le reprochaba por qué no<br />
había gastado todo ese dinero en algo más que en su propio ego.<br />
Respiró hondo y, fuerte como una roca, evitó que asomara una lágrima.<br />
Nadie más que ella podía reprocharse algo. Había puesto todo de sí,<br />
había practicado una y mil veces ese discurso, de día y de noche, había<br />
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