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La fórmula encontrada basada en la dicotomía sexo (biológico)/género (cultural)<br />

fue decisiva para feministas como Kate Millet (1995 [1969]), una de las pioneras en<br />

introducir el concepto género para analizar el ordenamiento patriarcal de las sociedades<br />

contemporáneas. En su influyente obra Política Sexual, advertía que la supremacía<br />

masculina no estaba basada en la fuerza física del macho, sino en la aceptación de un<br />

sistema de valores cuyo origen era político, y no biológico. Enfatizó, pues, que la<br />

relación entre los sexos era política, basada en una relación de poder. Para afirmar que<br />

las diferencias entre hombres y mujeres tenían una base cultural, empleó parte de las<br />

ideas provenientes de los estudios psicomédicos del momento. Refiriéndose al trabajo<br />

del médico psicoanalista Robert Stoller (1968), decía:<br />

Un interesante estudio realizado hace poco no sólo descarta casi por<br />

completo la posibilidad de atribuir las diferencias temperamentales a<br />

variables innatas, sino que pone incluso en duda la validez y constancia a la<br />

identidad psicosexual, aportando pruebas positivas del carácter cultural del<br />

género, definido como la estructura de la personalidad conforme a la<br />

categoría sexual (Millet, 1995 [1969]: 77).<br />

Investigaciones como las de Stoller o Money, permitieron a Millet incorporar la<br />

idea de aprendizaje en la personalidad psicosexual, es decir, los padres, la escuela y la<br />

cultura en general determinarían, a lo largo de la infancia, lo propio de cada género en<br />

relación al carácter, al temperamento, a los intereses o a las expresiones (Millet, 1995<br />

[1969]). En definitiva, enfatizando el carácter social de la construcción de las relaciones<br />

de género, ella cuestionó la base “natural” del vínculo establecido entre hombres y<br />

mujeres y, sobre todo, incorporó por primera vez el término político para hablar sobre<br />

los cimientos de dicha relación.<br />

Por su parte, Germaine Greer en su clásica obra La mujer eunuco argumentó de<br />

manera radical que las diferencias entre los sexos no dependían de ninguna causa<br />

biológica, sino que eran el resultado de construcciones sociales sobre las que se erigía la<br />

existencia y la reproducción del dominio masculino. Promoviendo la liberación<br />

femenina, Greer consideró que “las mujeres deben aprender a cuestionar los supuestos<br />

más elementales sobre la normalidad femenina para poder reabrir las posibilidades de<br />

desarrollo que el condicionamiento ha conseguido cerrar” (Greer, 2004 [1970]: 21). Si<br />

bien su apropiación del término género proveniente de las ciencias psicomédicas fue<br />

menos evidente que en el caso de Kate Millet, tomó en consideración los estudios de<br />

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