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se visten, comportan y realizan las tareas de las mujeres, tampoco son considerados<br />

mujeres ya que no tienen órganos reproductores femeninos ni pueden dar a luz. Su<br />

imitación de las mujeres no pretende ser realista, sino que ejecutan parodias donde las<br />

exageraciones, el lenguaje grosero y su agresiva sexualidad femenina se alejan del<br />

modo sumiso de las mujeres indias. Es así que los hijras no son mujeres ni varones, son<br />

un género intermedio caracterizado por su impotencia sexual. Su estatus, sin embargo,<br />

no está carente de contradicciones ya que si el poder de los hijras “reside en su renuncia<br />

a la sexualidad y en la transformación del deseo sexual en poder sagrado” (se convoca<br />

su presencia en bodas y nacimientos) (Nanda, 2003: 268), también se sabe que muchos<br />

hijras tienen relaciones sexuales con hombres (en tanto receptores) y también se<br />

prostituyen.<br />

Agueda Gómez (2010) propone entender a los muxes del Istmo de Tehuantepec<br />

en México como un ejemplo del llamado “tercer género”. Entre los indígenas zapotecas<br />

existe la expresión muxe para referirse a los varones que adoptan una identidad genérica<br />

diferente a la masculina y femenina (Flores, 2010). Hay muxes que mantienen su<br />

aspecto viril; otros sólo se maquillan (las «pintadas»); otros se transvisten como mujeres<br />

ocasionalmente; y, últimamente, algunos muxes optan por una estética femenina<br />

(vestimenta, peinado, forma de caminar, hablar, etc.) a tiempo completo (llamadas<br />

«vestidas») (Gómez, 2010). A diferencia de los hijras, los muxes son aceptados y<br />

valorados por su rol económico y social dentro de la comunidad. Realizan tareas<br />

asignadas a las mujeres (vendedoras en el mercado, peluqueras); oficios propios de los<br />

hombres (pescadores); así como los propios de los muxes (bordadores, decoradores de<br />

las fiestas tradicionales, coreógrafos). Al mismo tiempo, los muxes –considerados por la<br />

comunidad como homosexuales “pasivos”- son los principales iniciadores de la<br />

sexualidad de jóvenes varones. Aquí también la masculinidad es entendida según la<br />

capacidad “activa” de penetrar. Por lo tanto, si un hombre está casado pero tiene<br />

relaciones amorosas con un muxe, su estatus de “hombre” no será puesto en cuestión.<br />

Se podrían ampliar los ejemplos etnográficos que, en principio, parecen desafiar<br />

la dicotomía sexual y de género de la sociedad occidental por medio de la variedad<br />

genérica y, en menor medida, sexual 39 . Sin embargo, como se cuestionará en el último<br />

39 Sólo los nadle (indios Navajo de Norteamérica) y los hijras (India) “auténticos”, es decir, quienes<br />

nacieron como personas intersexuales, pueden ser considerados como ejemplos del llamado “tercer sexo”.<br />

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