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42caelum<br />
en la construcción del nuevo templo que justifiquen la<br />
presencia de la Virgen de Zapopan en el medallón del segundo<br />
cuerpo, en el extremo sur de la fachada. Su hechura bien pudo<br />
coincidir con la anexión de la villa a Coahuila, reconociendo los<br />
vecinos santiago-saltillenses el tutelaje de esta advocación<br />
mariana sobre la provincia toda.<br />
En el extremo opuesto de este cuerpo de la fachada<br />
aparece una custodia, símbolo del Santísimo Sacramento y<br />
evidente referencia a la cofradía del Santísimo, la hermandad más<br />
prestigiosa establecida en la parroquia criolla, y cuyas<br />
aportaciones económicas para la fábrica del templo debieron ser<br />
significativas. Más arriba, el cordón franciscano bajo la ventana<br />
del coro celebra la obra de los frailes de la seráfica orden e insinúa<br />
la condición frailesca de los primeros obispos del Nuevo Reino<br />
de León.<br />
Tras la muerte de Verger, el licenciado Pedro José de<br />
Furundarena, originario de la hacienda de Santa María, en la<br />
jurisdicción del Saltillo, quedó como gobernador de la Mitra de<br />
Linares. En el año 1790 sometió los proyectos arquitectónicos<br />
para ampliar la parroquia de Monterrey al regidor alférez real de<br />
esa ciudad, don José Joaquín Canales. En respuesta, el regidor<br />
recomendó consultar al maestro Tomás Lucio de Ibarra, “a<br />
cuyo cargo ha corrido por bastante tiempo la construcción de la<br />
9<br />
Parroquia de la Villa del Saltillo, en donde reside”. Tan solo un<br />
mes después llegó a Monterrey el maestro Ibarra para hacerse<br />
cargo de la terminación de la hoy catedral regiomontana. Pero<br />
¿por qué faltando tan poco para terminar la obra que ahora<br />
abandonaba? Mientras tanto, se cuestionaba la conveniencia de<br />
conservar la sede episcopal en Linares, proponiéndole<br />
trasladarla a Monterrey o al Saltillo.<br />
9<br />
Tapia, 1989: 108.