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66caelum<br />
va y viene, como cardumen azurado que en vano pretende<br />
escapar a la redada de luz. El filósofo hunde la mano en el sol, la<br />
agita levemente y organiza torbellinos de polvo. El átomo es el<br />
último término de la divisibilidad de la materia. En la intención<br />
al menos, porque cada vez admite divisores más íntimos. Sin el<br />
átomo, la matería sería destrozable y no divisible. Todo<br />
conjunto es una suma, un acuerdo de unidades. Por donde<br />
unidad y átomo y polvo vuelven a ser la misma cosa.<br />
En sus cuadros provisionales, la ciencia no ha concedido<br />
aún la dignidad que le corresponde al estado pulverulento,<br />
junto al gaseoso, al líquido y al sólido. Tiene, sin duda,<br />
propiedades características, como su aptitud para los sistemas<br />
dispersos o coloidales —donde acaso nace la vida—, y como<br />
también —tal vez por despliegue de superficie— su disposición<br />
para la catálisis, esta misteriosa influencia de la materia que<br />
tanto se parece ya a la guardia vigilante de un espíritu<br />
ordenador. ¿Será que el polvo pretende, además, ser espíritu?<br />
¿Y si fuera el verdadero dios?<br />
* Reyes, Alfonso, Obras completas XXI: Los siete sobre Deva, Ancorajes, Sirtes, Al yunque, A<br />
campo traviesa, Fondo de Cultura Económica, México, 2000.